A menudo consideramos la fotografía como un elemento indispensable para otorgar de verdad a algo casi increíble. Ese ha sido precisamente el éxito del fotoperiodismo, capaz de golpear visualmente nuestras miradas occidentales y acomodadas con escenas, en muchas ocasiones, totalmente impensables. El horror de la guerra, el hambre, la violencia o catástrofes naturales son diseminadas en el mundo a través de la imagen, adquiriendo un poder simbólico que nos haga removernos en nuestros asientos (o en nuestras conciencias).
Leila Alaoui, la fotógrafa franco-marroquí de 33 años, era una de estas firmes defensoras del poder de las imágenes para cambiar la realidad; el pasado 15 de enero moría asesinada a manos del radicalismo extremo cuando una facción de Al Qaeda en Burkina Faso entraba en el Café Capuccino y disparaba impunemente contra quienes allí se encontraban; entre ellas, Leila.
Su fama le había llevado desde Vogue al New York Times, pero su compromiso con la realidad cercana se palpó siempre en series como “Los marroquíes”, inspirándose en “Los americanos” de Robert Frank, donde retrataba a las gentes de Marruecos, donde ella creció, y de la que intentaba mostrar una imagen desprejuiciada.
La identidad, las fronteras o la lucha por las mujeres eran los intereses centrales de su trabajo. Justamente en el momento del atentado Alaoui estaba en Burkina Faso trabajando sobre un documental sobre las mujeres obligadas a casarse.
Su pérdida se lamenta en todo el sector artístico, siendo su talento, entrega y compromiso unos de los rasgos que más definían a la fotógrafa.
Como comisaria de arte, cualquier muerte duele, pero especialmente la de una mujer crítica con los contextos y dispuesta a aportar una visión radicalmente distinta en pos de cambiar las desigualdades.
Decía Jean-Luc Monterosso, director de la Maison Européenne de la Photographie, que Alaoui “era joven, era hermosa y tenía talento”. Pues bien, suerte haber perdido su talento y su juventud, y mucho cuestiono el tener que valorar su “belleza” tras su muerte. Resulta paradójico que con la muerte de otros fotógrafos, como ocurrió por ejemplo con José Couso, nadie dijera de él que “era joven, era hermoso y tenía talento”.
No caigamos en lugares comunes, porque a estas alturas resultan hasta aburridos. Lamentemos el drama y la lacra del terrorismo que ha arrancado la vida de una fotógrafa comprometida y de gran calidad, cuyo testimonio vivirá para siempre en sus imágenes.
Aquí algunas imágenes de su serie «Los marroquíes»: