Decía Pablo Iglesias, fundador del PSOE, ya en el siglo XIX que “Del Partido Socialista forman parte las mujeres, y es natural que así sea, porque si los hombres necesitan emanciparse, ellas lo necesitan más, por ser mayor su esclavitud, y para acabar con ella no pueden ir a otro partido, ya que solamente el socialista lucha por la desaparición de todas las esclavitudes”.
Desde la fundación del Partido Socialista a finales del siglo XIX han sido muchas las mujeres, y también los hombres, que vieron la necesidad de acabar con la discriminación y la desigualdad estructural que sufrían las mujeres. Hoy quiero recordar a una de ellas, María Cambrils.
Esto no pretende ser un artículo histórico, sino un ejercicio de memoria, de reconocimiento y puesta en valor de una mujer que transformó, con sus ideas y sus acciones, la sociedad de su tiempo, y que abrió, parafraseando a Allende, las grandes alamedas por donde finalmente pasó el feminismo socialista.
María fue escritora, autodidacta, pedagoga, militante, obrera… pero sobre todas las cosas fue feminista.
María fue escritora, autodidacta, pedagoga, militante, obrera… pero sobre todas las cosas fue feminista. Fue una de las grandes pensadoras del feminismo de la primera mitad del siglo XX en España, aunque su nombre, su lucha y sus ideas hayan sido abocadas al triste foso del olvido.
Quizás fue María la persona que pronunció una de las frases más bellas y ciertas de toda la historia: “No se puede ser socialista sin ser feminista”, y que escribió una de las obras, prologada por Clara Campoamor, más importantes de nuestra historia y del pensamiento feminista en España, Feminismo Socialista, que ha sido dolorosamente olvidada. Hubo quienes llegaron a definir su obra como un texto sagrado de la vindicación de las mujeres obreras.
Cuestionó que sus compañeros no se habían preocupado ni por la igualdad, ni por la consecución del sufragio femenino ni tampoco por la formación e instrucción de sus compañeras sentimentales e hijas.
Para María, “Feminismo Socialista” fue un “alegato contra la injusticia, la opresión, el matrimonio indisoluble y las violencias con las afecciones del corazón”. En su obra cuestionó la opresión que la Iglesia ejercía sobre las mujeres, la necesidad de que las obreras coparticipasen de las decisiones y de los espacios del movimiento obrero. Cuestionó que sus compañeros no se habían preocupado ni por la igualdad, ni por la consecución del sufragio femenino ni tampoco por la formación e instrucción de sus compañeras sentimentales e hijas. Habló de educación igualitaria, de mejoras en las condiciones laborales de las mujeres y del divorció. Habló, también, del antifeminismo disfrazado y se preocupó por la situación de las mujeres en otras partes del mundo. Estamos, pues, ante una teórica con perspectiva, conciencia y una capacidad analítica desmesurada. Duele tanto olvido.
María falleció de una dura enfermedad, mientras su compañero sentimental era fusilado por los fascistas, acusado de adhesión a la rebelión, por haber sido líder sindical de UGT y secretario general de la Agrupación del PSOE de Pego (Alicante). Fue enterrada en una fosa sin lápida y sin nombre. La borraron de los libros. Su eco dejó de sonar en las conversaciones cotidianas y el feminismo de la segunda mitad del siglo XX la situó en el ostracismo más hiriente.
Fue enterrada en una fosa sin lápida y sin nombre. La borraron de los libros. Su eco dejó de sonar en las conversaciones cotidianas y el feminismo de la segunda mitad del siglo XX la situó en el ostracismo más hiriente.
Hoy quiero recordarla. A María, a la mujer y a la feminista. A quien sembró de rosas, puños y feminismo el socialismo en España. A ella y a todas las Marías del mundo. Gracias.