Un salvaje dolor se apodera del fondo de mis retinas cuando presencio por enésima vez en un informativo “after hour” el ataque de Niza.
He tratado de ponerme en el desconcierto, los empujones, los gritos, los llantos, la sangre, los niños llorando, la noche, los disparos, tan excéntricos en cualquier lugar de Europa, pero quizá aún más en la Niza azul, veraniega y turística que mira al mediterráneo como preguntándole si pasarán juntos los próximos milenios.
Han pasado unos días, y me he escondido tras sus noches en busca de la lógica del asesino para intentar saber más sobre él; el terrorista, el tunecino maltratador, que llegó a Europa siendo poco más que un adolescente y que había acumulado numerosos antecedentes por violencia de género desde el año 2000 hasta el 2016. Un varón de 31 años que en los últimos dieciséis, había agredido a su mujer en múltiples ocasiones, y tras los cuales, ahora, y solo ahora, estaba en proceso de divorcio.
Un varón de 31 años que en los últimos dieciséis, había agredido a su mujer en múltiples ocasiones.
Estas circunstancias me han llevado a recordar mis ya lejanas experiencias como abogada en casos de separación y divorcio en los que mediaban antecedentes de violencia contra las mujeres. Parece que no hubieran pasado los años. Había entonces, y parece que sigue habiendo, una tendencia desaforada de los varones con antecedentes de violencia de género y que se hallan incursos en procesos contenciosos de separación o divorcio a no aceptar la situación, a revestir de tragedia su propio fracaso y universalizar el daño. De esta actitud frases célebre como: ”…o mía o de nadie”, “,…antes,… los mato” (refiriéndose a hijos menores),”…si pides el divorcio te voy a matar a ti y a toda tu familia” y la, últimamente muy extendida; “Te lo juro por mis hijos…La voy a liar parda…”
Las amenazas, suelen ser consideradas como fruto de un acaloramiento, y se tiende a pensar que se formulan con la intención de mover la voluntad de la víctima respecto al hecho de la separación, que el agresor ya sabe inevitable. Y es verdad que, por suerte, no todas se materializan y no trascienden más allá de las palabras cargadas de plomo, pero estas frases y otras igualmente registradas en los universos machistas para estas ocasiones, pueden servir como plantilla de un determinado patrón de comportamiento.
El entorno, les ha enseñado lo que vale un hombre y no van a aceptar fácilmente que una mujer vale lo mismo.
Casi siempre, los agresores y asesinos son individuos que ya llevan mucho tiempo fuera de control, que no aceptan la realidad de la separación o el divorcio porque esta realidad cuestiona su convicción de que son superiores o de que son ellos los que han de ejercer la autoridad y el poder, sobre sus mujeres, sobre sus hijos, sus familias y en sus casas; son ellos los que dan libertad o la quitan, los que premian o castigan. Y esto es así porque son los hombres y porque así se lo ha enseñado su entorno social, las estructuras educativas en las que se ha desenvuelto, el mundo laboral, la literatura, la publicidad, los chistes, y la legislación.
El entorno, les ha enseñado lo que vale un hombre y no van a aceptar fácilmente que una mujer vale lo mismo. Se sienten estafados: “todo era mentira; ella, esa puta insignificante va a reírse de mí, va a ponerme en ridículo delante de todo el mundo… la voy a liar parda, se van a enterar todos… yo no hago el ridículo”.
Por esta senda camina hacia algo grande, digno de un hombre; y muere matando, pero sin hacer el ridículo. Como les han dicho que hacen los héroes.
Este camino lo transita un machista maltratador hasta convertirse en un terrorista asesino, que sin haber respetado nunca las normas religiosas y los valores del islam.
Y, algunas veces, el machista…incendia Roma, y mientras tanto, coge su cítara y toca…
Posiblemente este camino lo transita un machista maltratador hasta convertirse en un terrorista asesino, que sin haber respetado nunca las normas religiosas y los valores del islam, sin haber guardado los preceptos básicos de un hombre religioso o temeroso de dios, bebe en las fuentes Yihadistas hasta convertirse en un héroe borracho de muerte y de supuesta grandeza redentora. Su vida pequeña y fracasada, su vida sin poder ni autoridad en su propia casa, sobre su propia mujer y quizá sobre sus propios hijos, de pronto se hace grande vista a través de una lupa con lente religiosa, que convierte en heroico el atentado y autoafirma al asesino, que será recordado con miedo, con espanto, con un escalofrío en la nuca y un ahogo en la garganta, pero nunca ridículo, ni pequeño, ni carente de poder.
Llego al final de esta reflexión en pos de la lógica del terror, y llego convencida de que el maltratador machista, es perfectamente capaz de hacer el transito a terrorista y en su infinito delirio, radicalizarse en menos de un mes, buscando un justificante para entrar en el paraíso y violar a once mil vírgenes.