No a la violencia de género, no a la violencia machista, no… no, no, no, no. ¿De verdad lo estamos haciendo bien? Somos receptores de un sinfín de campañas en apoyo a las mujeres y a las víctimas de violencia, pero los datos de asesinatos sigue creciendo. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, en 2017 han sido asesinadas cinco mujeres más que en 2016. Parece que no nos estamos dando cuenta de que las campañas en contra de la violencia machista son negativas, están enfocadas al receptor equivocado y tengo la sensación de que estamos incentivando la violencia.
Muchas de las campañas elaboradas (y desde el punto de vista publicitario), son negativas, algo en contra de las reglas de la publicidad en función del objetivo a perseguir. Se nos oye, pero no se nos escucha. Nos defendemos justificándonos. Gritamos más alto, pero también se nos critica más. Estamos, pero, ¿lo estamos haciendo bien? Denunciamos el comportamiento de los hombres machistas en las redes sociales y ellos se ríen de nosotras.Hablan de que el movimiento feminista está más vivo, ¿pero realmente estamos consiguiendo nuestros objetivos? Tengo, también, la sensación de que alentamos el odio hacia las mujeres sean feministas o no.
#JuanaCuentaConmigo fue el hashtag que se utilizó en apoyo a Juana Rivas, pero la campaña partió de un mensaje negativo: “un maltratador nunca puede ser un buen padre”. Ese mensaje es cierto, la sociedad debe saberlo, las mujeres maltratadas deben asimilarlo, pero… ¿a quién se lo decimos? ¿Por qué no convertimos esa afirmación en actos reales, ejemplos de lo cotidiano que remueva la conciencia de aquellos que tienen que cambiar las leyes? No pocas mujeres hemos sido testigo del maltrato a alguna mujer de nuestro entorno cuya pareja es un maltratador y créanme que decirle “cuenta conmigo”, no funciona, tampoco decirle que “un maltratador nunca puede ser un buen padre” porque ellas creen que él cambiará y que sus hijos crecerán con su padre.
#SinunSÍesNO. Campaña en Castilla – La Mancha impulsada por el Instituto de la Mujer. Una campaña con muy buenas intenciones, pero cuyo gif muestra que es la chica la que levanta la mano cuando el chico quiere rozarle una pierna. Nos quiere dar a entender que, si las mujeres no decimos que accedemos, es una negativa. Sin embargo, esto, en la realidad, no es verdad. Esta campaña es demasiado compleja, hay que explicarla, parar a analizar la narrativa visual y al final nos conduce a perder el tiempo discutiendo con nosotras mismas. ¿A quién está dirigida la campaña? ¿Qué objetivo tiene?
Ana I. Bernal-Triviño, periodista a la que respeto y admiro muchísimo, publicó el 30 de agosto de 2017 el siguiente mensaje en Twitter: “Esto es el feminismo. Que no te confundan. Por @coralherreragom (Coral Herrera Gómez)”. Que no te confundan… Y es que muchas mujeres todavía están confundidas y todavía tenemos que escuchar de boca de muchas “es que no soy feminista”, “es que esto no es un evento feminista” (aunque impulse la igualdad de las mujeres y sirva para inspirar a otras mujeres). Madre mía lo que hay que escuchar. Qué palabra más fea, ¿eh? Que no te confundan… ¿Para quién, al final, es ese mensaje? También para los hombres. Pero mi duda es si lo leen los hombres y los hombres que lo tienen que leer. El texto de Coral Herrera empieza, también, con una frase negativa: “el feminismo no quiere imponer… (…). No desea dejarlos sin voto, ni violarlos en las guerras, ni mutilar sus genitales…”. Tremendo texto. Léanlo. Tremendo, expectante, movilizar. Pero, una vez más, nos sumergimos en el bucle de la comunicación negativa.
#NiUnaMenos fue un grito colectivo que atrajo millones de personas en todo el mundo y cuyo origen tuvo lugar en Argentina: “creció cuando la sociedad la hizo suya y la convirtió en una campaña colectiva”. Inicia con un lenguaje negativo que al principio no se supo identificar bien, ¿ni una menos? Realmente no queremos ni una muerta más. De hecho, fue Susana Chávez, la poeta mexicana la que escribió la frase “Ni una muerta más” para denunciar los feminicidios de Ciudad Juárez. Es verdad que la campaña es negativa, pero también han empleado el lenguaje positivo: “el comienzo de un camino nuevo. Súmate”. El 3 de junio de 2015 nace “Ni una menos” en la calle. En 2016 el número de feminicidios fue mayor que en 2015.
Sigo. Y es que también las mujeres políticas usan el lenguaje negativo cuando se trata de hablar de igualdad. Esto dijo Michelle Bachelet sobre el proyecto de Matrimonio Igualitario: “La igualdad no admite matices ni prejuicios”. Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, dijo: “no seremos una sociedad madura hasta que no consigamos erradicarla”. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, también dijo: “La respuesta a la barbarie no es la venganza, sino hablar”. Tweet de Inés Arrimadas, ganadora de las últimas elecciones catalanas: “La violencia de género es una lacra que por desgracia está presente en el día a día de muchas mujeres. Esta lucha no entiende de bandos ni ideologías”. Los mensajes negativos se han instalado en nosotros. Pero estos son sólo algunos ejemplos.
#NoSinMujeres ha sido otro hashtag que cientos de mujeres feministas han usado para criticar o denunciar algún acto machista, como por ejemplo la no participación de mujeres en actividades públicas. Visibilizar la ausencia de mujeres en los foros es positivo y pone los colores a muchos machistas. Pero no se hace nada más. Esas campañas sólo consiguen, de momento, movilizarnos a nosotras mismas, convencer a las que ya estamos convencidas, discrepar con las mujeres que no lo están y aparcar a aquellos que tienen que hacer las cosas como si con ellos no fuera la cosa. Después, sigue ocurriendo exactamente lo mismo. ¿Cómo van los hombres a renunciar a participar en una actividad en la que no haya mujerescuando el ego es lo más grande que tienen que cuidar?
¿De verdad lo estamos haciendo bien? Creo que podemos hacerlo mejor. Avanzamos más lento porque actuamos por impulso, sin contrastar con tiempo con todos los profesionales que hacen falta para impulsar campañas que lleguen a verdaderas transformaciones: comunicadores, juristas, psicólogos, psiquiatras, lingüistas, feministas expertas en género, víctimas de familiares… etc. Hacemos más ruido, es verdad, pero no estamos consiguiendo lo que queremos porque en cada campaña el objetivo es diferente y los receptores del mensaje, también. No podemos usar la misma estrategia para todo y para todos, dejando de lado a los verdaderos culpables. Hablamos al patriarcado y de patriarcado desde la crítica, la justificación y nuestra defensa, instalando la igualdad de manera lenta y no desde el origen, todavía: la educación, la cultura, el lenguaje. Criticamos a los medios de comunicación, pero siguen informando alentando la violencia sin preocuparse de instalar la comunicación de género. No les hablamos a los familiares de las maltratadas, ni a sus amistades, para que conozcan qué tienen que hacer, también, para apoyar a las víctimas, qué pueden hacer por ellas para evitar una muerte más. No existen campañas directas hacia los maltratadores, ni conocen a qué se enfrentan porque saben que pueden quedar impunes. Es ahora cuando estamos conociendo el machismo que existe en nuestras leyes y en nuestras instituciones, pero poco a poco, a raíz de casos concretos y consiguiendo que una parte de la sociedad vea a las mujeres como culpables. Y tampoco existen campañas concretas hacia nuestros políticos. Políticos que deben impulsar con extrema urgencia políticas públicas que erradiquen los problemas del presente y que construyan los valores en igualdad desde el origen.
Hemos hecho mucho. Pero podemos hacerlo mejor. Esto no es sólo cuestión de campañas o sólo cuestión de mujeres. Es cuestión de un esfuerzo colectivo con nosotras, con ellos, con la sociedad.
No a la violencia de género, es la insistencia de la incansable metodología de la perversa civilización patriarcal, como una textura de hilos entrelazados en la madeja indesenredable de sus nudos y esta densidad de la retórica del hilo, y, del nudo interesa por aquello a lo que apela y desafía, como también el análisis de una operación metódica de desnudamiento y técnica de la desligación. Mi Ciencia de lo femenino, Femeninologia, se halla sólidamente fundada en la observación de los hechos impuestos por la perversa civilización patriarcal, además no hemos de asombrarnos que Femeninologia pretende explicar los fenómenos psíquicos del perverso patriarcado: Es decir, la “moral y la ética” del perverso patriarcado son los rodeos que permiten aplicar la devastadora situación que padece la mujer para enredarla con la “maniobra” de que también hay que trabajar las masculinidades y las diversidades sexuales” y así anular el feminismo.
“Invisibilizar el sexo+universalizar el género= destruir el feminismo” «yo no aguanto la palabra género» Por Raquel Rosario Sánchez: Escritora dominicana. Especialista en Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad. Arde por el desmantelamiento del patriarcado en su totalidad, pero muy especialmente, arde con ansias por ver el fin de la violencia contra niñas y mujeres. Todas las violencias
El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
Lo femenino es el camino
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina