“La teoría feminista sin los movimientos sociales es vacía; los movimientos sociales sin teoría crítica feminista son ciegos”[1]
Tenemos muy reciente una jornada histórica, el 8M de este año ha sido un éxito de movilización absolutamente rotundo. Millones de mujeres nos manifestamos, junto a bastantes hombres, reivindicando una sociedad feminista que alcance la plena igualdad entre los sexos.
Hemos demostrado que el feminismo está activo, fuerte y unido. Que no somos sólo una minoría quienes lo asumimos como un principio ético y político absolutamente irrenunciable. Pero para seguir cosechando éxitos, creo que tenemos que tener presentes dos reflexiones fundamentales: la primera, que aunque nos merezcamos disfrutar de la alegría y felicitarnos por los éxitos rotundos e incontestables, debemos estar siempre en vilo, pues sabemos bien que el feminismo es sólido y fuerte, pero el patriarcado tampoco escatima en recursos para intentar contener los avances feministas. A menudo, de hecho, lo logra. Y es muy duro tenerlo presente, y más tras un éxito tan dulce, pero no tenemos otra opción que no olvidarlo. Porque muchas veces lo ha conseguido. De ello nos ha advertido precisamente la teoría feminista acuñando el término Reacción patriarcal. Efectivamente, muchas veces nos ha devuelto a la oscuridad del sexismo y la misoginia que aún resisten con suficiente fuerza.
La segunda reflexión viene al hilo de la cita que he recogido al principio y con la que Celia Amorós y Ana de Miguel inician los volúmenes de Teoría feminista: de la ilustración a la globalización. Utilizando una cita que resuena a Kant –que escribió algo similar aunque aplicado a algo que nada tenía que ver con el feminismo¬– nos advierten con una lucidez extraordinaria de que el feminismo, para triunfar, necesita apoyarse en dos pilares fundamentales: en la reflexión y en la lucha social.
Necesitamos, y la tenemos, una teoría fuerte, profunda, aguda y clara para diagnosticar con considerable exactitud no sólo la existencia de un sistema patriarcal que domina y explota al sexo femenino sino para señalar también sus causas, efectos y estrategias. Necesitamos esto para poder lograr una sociedad feminista donde todas las violencias contra las mujeres, desde las de más baja intensidad hasta las más extraordinariamente severas sencillamente no quepan, desaparezcan. Por esto, es fundamental una sólida formación feminista, progresiva y cada vez más completa y profunda desde la educación primaria hasta la post-doctoral. Sólo siendo bien conscientes del mundo en el que vivimos y de sus estructuras de poder y dominación será posible reconocerlas primero, explicarlas e interpelarlas a continuación y lograr, en último lugar, neutralizarlas, superarlas completamente dando lugar a un mundo de igualdad, libertad y solidaridad sin la cadena patriarcal que nos impide vivir una vida mínimamente digna.
A mi juicio, y reconociendo que apenas he comenzado a asimilar unas pocas lecturas clásicas, pocas teorías existen con tanta capacidad de análisis y de ir autocorrigiéndose en un esfuerzo tan infinito como exitoso de lograr la máxima eficacia explicativa. Por ello, debemos seguir en la brecha, debemos seguir valorando la labor del feminismo teórico o académico, pues nos ofrece la brújula perfecta para evitar los palos de ciego y es, o debería ser, la base fundamental de cualquier transformación social radical. Y la feminista lo es. Aprovechemos el legado que nuestras compañeras nos han donado desde hace ya tanto tiempo y sigamos en el mismo camino, que sin duda nos conducirá a una sociedad libre e igualitaria.
Pero además, debemos mantener la misma radicalidad como lucha social. Nuestra presencia en huelgas y manifestaciones es imprescindible. Debemos seguir presionando de forma continua. Exigir legislaciones más justas y un modo distinto de organización social y política. No nos pueden servir los acuerdos de mínimos o ligeros cambios en las leyes. Y si los aceptamos para aliviar las violencias machistas más ignominiosas, debemos tener claro –y lo tenemos–que nuestro deber es exigir al siguiente segundo el próximo paso, teniendo siempre como meta una transformación absolutamente radical que dé al traste tanto con el patriarcado como con todos sus aliados. Y el neoliberalismo es el que lo sustenta con mayor energía.
Debemos estar, y lo estamos, en las calles, en las huelgas, en las manifestaciones, en los encierros, en todas las formas de potente presión social, y de forma multitudinaria, organizada y continua. Debemos ser un movimiento amplio pero sin transigir con lo que de ninguna manera puede caber en nuestro seno. Debemos estar en los colegios e institutos educando en la igualdad entre los sexos. También en las Universidades, con la misma función y reforzando los estudios feministas absolutamente necesarios para evitar cegueras. Y también, a mi juicio, en las instituciones. Precisamente para transformarlas de forma absoluta, para que dejen de estar al servicio de los sistemas que nos dominan y ponerlas al servicio de la ciudadanía y, muy especialmente, de las personas oprimidas y explotadas.
Debemos ser un movimiento amplio pero sin transigir con lo que de ninguna manera puede caber en nuestro seno.
Y lo podemos hacer. Tenemos fuerza. La razón y las luces están de nuestra parte. Lo están los principios ilustrados, la lucha social, el pensamiento, la reflexión y la unión y la lealtad. Sabemos también luchar por el bien común. Es decir, tenemos todo lo bueno que existe en el mundo.
Sólo nos queda felicitarnos. Aunque siempre haya que estar alerta. Aunque no podamos olvidarnos de que los prostíbulos siguen llenos, las estadísticas de feminicidios mostrando un horrible repunte y, en general, una alianza del patriarcado y el capitalismo difícil de quebrar. Pero, aunque sólo sea por un instante sólo nos queda felicitarnos. Nos merecemos la pequeña recompensa de sentirnos orgullosas, más libres y más unidas.
[1] Amorós, Celia y De Miguel, Ana Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. Vol 1. Madrid, Minerva Ediciones, 2010. P.15