De la relación de Urano y Cibeles nacieron Saturno y su hermano mayor Titán, quien le permitió reinar en su lugar con la condición de “No criar a sus hijos”. En la mitología romana Saturno, dios de la agricultura y la cosecha, suplió al griego Cronos.
Saturno se casó con Ops (Rea), con quien tuvo varios hijos, pero para cumplir el pacto que había hecho con su hermano iba devorándolos a medida que nacían. Por ese motivo Ops decidió ocultar a Júpiter, Neptuno y Plutón y criarlos en secreto, mostrándole solo a su hija Juno. Enterado Titán del engaño, encerró a su hermano y esposa dónde permanecieron hasta que ya adulto Júpiter se enfrentó a su tío y lo derrotó, devolviéndole a su padre el imperio del cielo.
Daniele Crespi, 1619
El mito de Saturno devorando a sus hijos lo narra Ovidio en los” Fastos” en el libro IV (197-200): «(…) Saturno queriendo saber la estabilidad de su Reino, tuvo por respuesta de un Oráculo, que le despojaría de él un hijo suyo. Con este temor dio orden de que se criasen las hijas, que tuviese en su mujer Rea, o Cibeles, y los varones que parían se los comía el mismo. Hallándose Cibeles preñada huyó a la Isla de Creta, en donde de un parto dio a luz a Júpiter y a Juno (…)». Pictóricamente, la representación del mito ha sido abordada por varios maestros de la pintura moderna y contemporánea y pese a cronologías diferentes todas las imágenes tienen en común la representación aislada, el oscurantismo del acto, la dramatización de la escena y la superioridad y fuerza brutal ejercida por el dios frente a la inocencia y vulnerabilidad de la criatura. Posiblemente una de las representaciones más violentas y sangrientas que nos ofrece la historia del arte. Daniele Crespi, Rubens, Giulia Lama y Francisco de Goya son algunos ejemplos.
Según Freud el mito de Saturno está relacionado con la melancolía y la destrucción, con la impotencia sexual y el vacio sentimental. Hoy, y teniendo en cuenta los avances feministas podemos entender execrable atrocidad como la última y más cruel de las actuaciones que puede el patriarcado ejercer contra la mujer y que es el filicidio como venganza que supera en bestialidad el acto de devorar al descendiente.
La expresión más utilizada para definir la muerte de un niño o una niña es “infanticidio” y en el caso de tener menos de 24 horas “neonaticidio”, sin embargo el término correcto para definir el asesinato de un hijo o hija a manos de un progenitor es “filicidio” que según los misóginos estudios de Resnick (1969) de 131 casos documentados desde 1751 hasta 1967, 88 eran maternos y 43 paternos. Para McKee & Egan, 2013, en “A case series of twenty one maternal filicides in the UK”, son crímenes cometidos mayoritariamente por las mujeres.
En la misma línea de la justificación escriben en el 2018 los medios de comunicación en España. “Pacería un buen hombre”, “Jamás presenciamos nada” “Era amable y educado” son los titulares que encabezan las noticias que hacen referencia a “esos casos aislados” de varones que asesinan a sus hijos y que “nadie entiende” o, lo que es peor, justifican como antecedente la situación económica, personal, el intenso sufrimiento e incluso la generosidad de querer evitar a su prole de una vida desdichada, le llaman “filicidio altruista”.
También están los casos de “filicidio agudamente psicótico” y en ellos se engloban aquellos que se dan en situaciones delirantes, estados epilépticos o psicóticos o trastornos mentales. Para los que concurren con abuso de autoridad y poder nos encontramos con el “Filicidio accidental”, pues se supone que sin intencionalidad y en un “mal” arranque de violencia para dar disciplina al menor y educarlo, se ha producido la lesión o la muerte.
En última instancia y para hablar del “filicidio por venganza” es curioso que se remita al “Síndrome de Medea”, para de nuevo culpabilizar a la mujer e invisibilizar los asesinatos de padres varones.
La madre de Nerea y Martina, era una molestia para un machista hijo del patriarcado. Con formación universitaria, independiente laboral y económicamente solo podía ser sometida arrebatándole a sus hijas. El patriarcado lo consiguió.
El pasado 25 de septiembre en Castellón mataron a las dos hijas de Itziar, Nerea de 6 años y Martina de 3, ambas fueron “presuntamente” apuñaladas por su padre tras la mujer haber denunciado en varias ocasiones que Ricardo C. G., padre biológico de ambas, la había amenazado con frases como «Ya te puedes ir despidiendo de las niñas». «Me voy a cargar lo que más quieres». «Te vas a quedar sola. De aquí yo voy a acabar en la cárcel y todos muertos». Itziar, psicóloga y experta en mediación familiar y actualmente trabajando en la fundación “Diagrama” había decidido separarse de Ricardo, un antiguo operario de una fábrica de azulejos y, en el momento del crimen, en el paro. Itziar, sabiendo la situación de riesgo en que estaban sus hijas solicitó la suspensión del régimen de visitas. A Itziar no le hicieron caso. La madre de Nerea y Martina, era una molestia para un machista hijo del patriarcado. Con formación universitaria, independiente laboral y económicamente solo podía ser sometida arrebatándole a sus hijas. El patriarcado lo consiguió.
También en septiembre de 2018 Laura Ureta perdió a su hijo Eloy. El cadáver del niño de 6 años se halló junto con el de su padre biológico Pere A.C. en un barranco en la localidad francesa de Cerbère . Vivían en una situación de custodia compartida. Laura con formación universitaria e independiente económicamente trabaja en el Instituto Catalán de Salud. Otra mujer que le había plantado cara al sometimiento y al patriarcado.
En marzo de 2018 a Raquel M.M., profesora de idiomas y residente en Getafe, “presuntamente” José Antonio Gálvez asesinó a sus hijos Alejandro de 13 años y Marina de 8. Raquel trabajaba en una academia, José Antonio estaba en el paro, la relación entre ellos era conflictiva. El padre ahogó al hijo y la hija en una bañera, después depositó los cadáveres sobre una cama y les prendió fuego. Una de sus alegaciones fue “Yo iré al infierno y mis hijos al cielo”.
En Alzira, en 2017, mientras Victorita iba a trabajar, el padre biológico de su hija de 2 años la degolló con un cuchillo.
Sin parpadear y con semblante escalofriante, en 2017 y tras casi 2 años en prisión David Oubel fue el primer español condenado a una pena de prisión permanente revisable tras haber suministrado fármacos para adormecer y después degollar con una radial y un cuchillo de cocina a sus hijas “biológicas” Amaia y Candela, de 4 y 9 años en 2015. Rocio Viétez la madre, filóloga, decidió divorciarse de David. Este es el precio que pagó, la pérdida de sus hijas.
En Carabanchel en 2014 Jorge Diego Canepa, separado de Verónica G.C.C. , también en el régimen de visitas, degolló al bebé de ambos de 19 meses y asestó 5 puñaladas al de 5 años, no sin antes advertir a la madre “No vas a volver a ver a los niños”. Ese mismo año, en Asturias, José Ignacio Bilbao con una barra de hierro envuelta en papel de regalo golpeó a Amets de 9 años y Sara de 7 hasta matarlas. Su madre Bárbara García, pese a su miedo, había sido obligada a entregarlas para que el asesino ejerciera su derecho de visitas.
En Málaga, en 2013, Miguel Ángel conocido como el parricida de la Luz fue a visitar a su expareja y la aprovechó para asfixiarla a ella y al hijo de ambos, Gabriel de 5 años.
Si éstos casos conmovieron a nuestra sociedad, igual de dramático fue en 2011 el asesinato de Ruth y José a manos de su padre José Bretón que, separado de la madre que los engendró la veterinaria Ruth Ortiz, ejerciendo su derecho a visitas les dio fuertes dosis de fármacos para posteriormente quemarlos en una pila funeraria preparada por él. Tras años de malos tratos y vejaciones Ruth abandonó a Bretón. Solo podía dañarla, como en los otros casos, con sus hijos.
En España se producen 300 sustracciones de menores al año. Entre 2013 a 2017 han sido asesinados 21 menores, y siendo evidentemente casos de machismo vengativo los medios de comunicación osan a justificarlo con trastornos, episodios y milongas desviando la atención sobre la realidad y que no es otra que la intención de control del hombre sobre la mujer, un control que tiene su raíz en el patriarcado y que si no se puede ejercer directamente se hace a través de los y las hijas.
Es absolutamente natural que la mujer que ha sido víctima de malos tratos evite que sus hijos e hijas sufran lo mismo, y es exactamente igual de antinatural que las instituciones cuestionen ésta reacción, torturen a los menores haciéndoles pasar por todo tipo de periciales, judicialicen sus vidas, les obliguen a tener relación con padres maltratadores
Como en la violencia de género, el asesinato infantil en las situaciones de separación y divorcio es la punta del iceberg. Las mujeres viven envueltas en el maltrato habiendo sido educadas en el mito del amor romántico; los niños y las niñas en la aplicación judicial del inexistente síndrome de alineación parental, otra tortura maquiavélica inventada por la cultura patriarcal para justificar a maltratadores y pederastas y poner la carga de la prueba sobre la mujer.
Es absolutamente natural que la mujer que ha sido víctima de malos tratos evite que sus hijos e hijas sufran lo mismo, y es exactamente igual de antinatural que las instituciones cuestionen ésta reacción, torturen a los menores haciéndoles pasar por todo tipo de periciales, judicialicen sus vidas, les obliguen a tener relación con padres maltratadores y pongan a disposición de ellos todo tipo de recursos ( puntos de encuentro familiar, sesiones de mediación, etc) con el repugnante fin de que los niños y las niñas interioricen los malos tratos y la agresión como algo natural. Mujeres, niños y niñas revictimizados por un sistema que, lejos de ampararlos y darles protección, les acusa. A ellas se las tilda de ser madres maliciosas, a los menores de mentirosos y caprichosos, a ellos de ser “pobres padres que necesitan estar con sus hijos”. Es la repugnante idea de que un maltratador puede ser un buen padre. Es la androcéntrica idea de que el varón es el centro del mundo y todo ha de girar en torno a él.
Mientras el movimiento feminista lucha por la liberación de la mujer (hemos visto ejemplos de mujeres formadas, libres, independientes a la par que víctimas de violencia de género que rompen la relación), demasiados varones continúan con la idea primigenia de la posesión y, ante la ruptura, matan al hijo para vengarse de la mujer. Solicitan regímenes de visita para seguir torturándolas, para no pasar pensiones alimenticias, para seguir ejerciendo el control, para demostrar que, haga lo que haga el macho tiene privilegios y la mujer deber de obedecer, para demostrar que la manada existe, alimentar su ego y narcisismo.
Cada año en España hay alrededor de 150.000 denuncias por violencia de género, y cada año cerca de 300 casos de sustracción de menores. No es natural que ante las medidas de los jueces y juezas de obligar a las madres a entregar a los padres maltratadores ellas desobedezcan judicialmente?. No es natural que eviten una situación de riesgo?. No es comprensible que deseen para sus hijos e hijas una infancia feliz y alejada de la violencia y el sufrimiento?. No está más que justificada esta “sustracción” que es la consecuencia de velar por el bienestar del menor?
El sentido común nos dice que está plenamente justificado. Pero, como en la representación de Goya, el sistema judicial sitúa a los menores en una situación de riesgo permitiendo que varones maltratadores en regímenes de visita concedidos, degüellen, apuñalen, asfixien, atiborren a fármacos, quemen o golpeen a sus hijos e hijas hasta matarlos, sin pensar en los hijos e hijas, solo en vengarse de la mujer.
Aunque Francisco de Goya pintó para su casa “La Quinta del Sordo”, la leyenda de Saturno se apartó del mito quizá y como en otras de sus pinturas adelantándose en el tiempo. Goya, en una escena extraordinariamente contrastada, mediante el encuadre escogido y la iluminación de claroscuro nos propone al Dios con piernas sumidas hasta las rodillas en el lodo que lo inmoviliza. En un gesto terrorífico, dramatizado con colores blancos y negros, salpicados por el rojo de la sangre Saturno con los ojos desorbitados abre sus fauces para seguir con la mutilación del pequeño cuerpo que agarra fuertemente con sus poderosas manos, ya decapitado y engullendo su brazo. A diferencia de otros artistas, al niño pequeño,
Goya lo sustituye por una mujer de sinuosas caderas, estrecha espalda y piernas definidas a la que igualmente devora con brutalidad, exactamente igual que el poder judicial en nuestro país hace con mujeres de violencia de género que, con el pretexto de utilizar a los y las hijas y ponerlos a disposición de sus maltratadores, la sume en una interminable doble victimización cuyo escalofriante final es el filicidio consentido y amparado por estos poderes y encubierto por los medios de comunicación. Metafóricamente y 200 años atrás Goya inspirándose en ésta leyenda pudo hacer una alegoría del patriarca poder judicial que devora a la mujer.
“Según Freud el mito de Saturno está relacionado con la melancolía y la destrucción, con la impotencia sexual y el vacío sentimental. Hoy, y teniendo en cuenta los avances feministas podemos entender execrable atrocidad como la última y más cruel de las actuaciones que puede el patriarcado ejercer contra la mujer y que es el filicidio como venganza que supera en bestialidad el acto de devorar al descendiente” y precisamente mi Femeninologia Ciencia de lo femenino posee como postulado: la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón.
Mi punto de vista, es sólo eso, un punto de vista producto de mi apreciación, percepción y lectura de lo real que sería mi consideración de la realidad, donde para el otro sería la irrealidad. Siempre sería una elección. Mi elección es el psicoanálisis (Sigmund Freud). Dentro de mi elección consideramos que nuestra civilización sería el resultado de haber pasado del esquema de la horda primitiva, donde el macho más viejo poseía exclusiva y absolutamente su privilegio sobre las hembras. En esta hipótesis, en el fondo de los tiempos, el ingreso al actual esquema de la civilización, se produciría por la rebelión de los restantes machos más jóvenes que liquidan y comen al represor, para posteriormente surgir la culpa y el arrepentimiento.
Las fases del denominado complejo de Edipo marcan diferencias fundamentales entre el varón y la mujer, respectivamente, en su ingreso a la “civilización”. Pues, las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en este esquema, donde lo masculino sigue siendo la ley.
Lo que registra la nota “El filicidio, la respuesta del patriarcado al feminismo” advierte que lo femenino, es la única alternativa en la educación infantil, especialmente sobre el varón, para poder llegar, desde la línea anormal (perversa), al proceso de la sublimación, en el cual es proporcionada una derivación y una utilización, en campos distintos, a las excitaciones de energía excesiva, procedentes de las diversas fuentes de la sexualidad; de manera que de la peligrosa disposición surja una elevación de rendimiento psíquico. Según qué tal sublimación sea, completa o incompleta, el análisis del carácter, revelará con mayor o menor precisión esta relación mixta entre la capacidad de rendimiento; la perversión, la neurosis, la psicosis. Lo que denominamos “carácter”, está contenido en gran parte con un material de excitaciones sexuales, y se compone de los instintos fijados desde la niñez, de construcciones dadas por sublimación y de aquellas construcciones destinadas, al sometimiento efectivo de los impulsos perversos y reconocidos como inutilizables.
La disposición sexual general perversa de la infancia puede considerarse como la fuente de toda una serie de nuestras “virtudes”, en cuanto da motivo a la creación de las mismas por la formación reactiva. Enfrente de los procesos de represión y sublimación, la filogénesis parece haber fijado el orden en que han de ser activadas las diferentes tendencias y la duración de sus actividades hasta ser sustituidas por otras nuevas o sucumbir a la represión. La alteración del ordenamiento temporal, en la síntesis de los componentes del instinto sexual, se reflejará en una modificación del resultado.
La relación antagónica existente entre la civilización patriarcal y el libre desarrollo de la sexualidad, es una relación cuyas consecuencias podemos perseguir, hasta estratos muy profundos de la conformación de nuestra vida. La forma en que se haya desarrollado la vida sexual del niño (varón), entrañará máxima importancia para su existencia ulterior en las civilizaciones. Los citados factores psíquicos influyen tan sólo sobre las excitaciones accidentales, experimentadas por la sexualidad infantil. Tales excitaciones, y en primer lugar la seducción por otros niños o por adultos, aportan el material, que con ayuda de dichos factores puede quedar fijado en una perturbación duradera. Una buena parte de las desviaciones posteriores observables de la vida sexual normal ha sido fijada, desde el principio en los perversos y en los neuróticos, por impresiones del periodo infantil, aparentemente libre de toda sexualidad.
En ésta situación es casi impotente el esfuerzo individual. La colectividad ha de tomar interés en ella y dar su aquiescencia a la adopción de medidas, que hagan efectivo el poder de lo femenino.
Por ahora, nos hallamos muy lejos de toda posibilidad de tal cambio y en éste sentido si puede hacerse responsable a nuestra civilización patriarcal. Habrá de romperse la resistencia de toda una metodología del patriarca, que no quiere recordar ni admitir su milenaria perversión, vencer su orgullo que no quiere descender al nivel de la humanidad, y habrá de “combatirse” el incomprensivo sometimiento de las mujeres, que consideran hoy como una fatalidad inescrutable su condición, pero inmerecida; el que precisamente sus hijas e hijos prosigan sometidas y sometidos a la imposición perversa del varón. Todo esto plantea ya trabajo para siglos enteros, durante los cuales aprendería nuestra civilización a tolerar las aspiraciones de lo femenino.
El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
El discurso de la acción femeninológica, de mi ciencia de lo femenino (Femeninologia), expone al varón frente a aquello que ha silenciado en el pasado; el fundamento agresivo que encubre con su hipócrita moral y ética patriarcal, que se demuestran insostenibles en el presente.
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina