El eje 1 del Pacto de Estado contra la Violencia de Género que se firmó en septiembre de 2017, establece, para conseguir la ruptura del silencio en la violencia de género, un conjunto de medidas o acciones de sensibilización de la sociedad y de prevención para que todas las personas conozcan el daño que producen la desigualdad y las conductas violentas, pero, también, para ayudar a tomar conciencia sobre la magnitud del problema existente de violencia contra las mujeres, así como, las consecuencias que ésta tiene para la vida de ellas y de todas las personas que la rodean (véase, hijas e hijos, familia y amistades).
Se pone especial hincapié en las acciones que van dirigidas a la población infantil y a la juventud, pues ambas son quienes tendrán una labor muy importante en el futuro del sostenimiento de la sociedad.
También se pone el acento en el ámbito rural, esa “España vaciada” de la que lleva hablando la clase política desde hace unos meses, pero por la que, parece, no hacen nada por llenar o por crear alicientes e incentivos para su recuperación (véase también las manifestaciones de la agricultura y la ganadería).
Por otro lado, también insisten en la necesidad de enfocar las acciones y medidas en la población con discapacidad. Otro colectivo al que no se tiene, prácticamente, en consideración y que no tienen información adecuada y adaptada a sus necesidades. En muchas ocasiones tienen que ser las propias entidades especializadas en discapacidad las que se busquen los mecanismos para concienciar, sensibilizar y prevenir en torno a la violencia de género y violencia sexual, a pesar de los tabúes y las prohibiciones que aún imperan, considerándoles/as seres asexuados.
Se habla del papel importante que los medios de comunicación tienen en la prevención de este tipo de violencia en concreto, pero no hay un compromiso claro, por ninguna de las partes (Gobierno y medios de comunicación) por informar con perspectiva de género. Aún nos encontramos titulares estereotipados, machistas y que ponen el foco de la noticia en la víctima, convirtiéndola en culpable en muchos casos y re-victimizándola de nuevo.
Periodistas feministas que informan con perspectiva de género son insultadas, vilipendiadas, amenazadas y acosadas en redes sociales, donde parece que hay manga ancha para decir todo lo que nos plazca amparadas/os en la libertad de expresión.
Se nos llena la boca y vocalizamos bien cuando de prevención tenemos que hablar. Pero sigue siendo el “patito feo”. Partida que se reduce la primera cuando decimos que es lo primordial, que tenemos que poner el foco en ella para hacer desaparecer la violencia de género y sexual, las violencias machistas en definitiva; para acabar con las desigualdades imperantes entre hombres y mujeres; para que nos veamos como seres diversos, pero iguales, y aceptemos esas diferencias como únicas y como una manera distinta de aprendizaje.
Muchas empresas y entidades se han sumado al carro, anteponiéndose a entidades y asociaciones especializadas que llevan dando una cobertura multidisciplinar en materia de violencia contra las mujeres bastante antes de que fuese un punto en la política española; han visto a la gallina de los huevos de oro y están ofertando cursos, actividades, etc. como “churros”, sin control.
Parece que se ha abierto la veda y seguimos hablando y nombrando a la prevención cuando nos siguen asesinando, acosando y viéndonos como objetos sexuales.