Redacción: Lucía Rivera (Doctoranda en Biología)
El transgenerismo es un repentino invento social exclusivo de la especie humana debido a la imposición de género, no es como la naturaleza homosexual, observada en hembras y machos pertenecientes a una variedad de especies del Reino Animal, así como aves, delfines, ciervos, bisontes, gatos, monos, macacos, bonobos, gorilas, entre otros. No obstante, incluso nuestros parientes más cercanos, los bonobos, con un 98.7% similar del código genético no presentan patrones de transexualidad en estudios etológicos, ni tampoco los delfines cuyo neocórtex (zona cerebral que controla las emociones y las capacidades cognitivas, es decir la inteligencia) es comparable con el de los primates, grupo de clasificación evolutiva del que formamos parte los seres humanos. A pesar de los términos biológicos que se utilizarán a continuación, me refiero exclusivamente a la interacción sexual humana con consentimiento.
Para ser transgénero es fundamental dar sentido al propio género, que no está biológicamente vinculado al sexo del cuerpo, conciencia que no poseen el resto de animales no humanos. No obstante, existen un número reducido de especies con dos tipos de adaptaciones excepcionales, la primera es el mimetismo sexual observado en hienas, peces, reptiles, insectos y el 0.01% de las aves, este es un tipo de camuflaje adaptativo en el que el macho o la hembra adoptan caracteres morfológicos del sexo opuesto como mecanismo de protección para evitar agresiones, depredación y competencias territoriales.
La otra es el hermafroditismo, considerado un carácter evolutivo primitivo en el Reino animal que ocurre en ciertos invertebrados inferiores y algunos peces como una estrategia reproductiva natural de supervivencia mediante la continua perpetuación de su especie por un mayor número de descendientes. Nótese que ambas pertenecen a linajes de animales que están relacionados de manera bastante lejana con los humanos.
Nuestro comportamiento sexual instintivo es parte de la evolución que supone una serie de comportamientos adaptativos para sobrevivir y crear lazos afectivos, ya que vivimos en estrecho contacto el uno con el otro, en los homínidos este comportamiento ha sido aprendido y replicado desde hace 200 mil años. Todos estos, no comprenden la autodeterminación sexual, ya que se basan en mecanismos de subsistencia.
Como especie social, los seres humanos necesitamos el contacto, un tipo de conexión social básica para nuestro desarrollo. Desde el primer momento, al nacer, alguien nos debe alimentar ya que nacemos totalmente dependientes, como todo mamífero. Luego necesitamos el contacto para el aprendizaje, por ende, para todo el funcionamiento adecuado de nuestras funciones fisiológicas básicas. Es de conocimiento general la facilidad con la que desarrollamos enfermedades desencadenadas por factores como estrés o aislamiento que afectan al sistema nervioso central, eje central del pensamiento y la regulación metabólica, lo sabemos ahora más que nunca por el efecto de la pandemia que empezó a inicios del año 2020. Pero, la autodeterminación sexual no tiene una funcionalidad metabólica o vital, y no me refiero a diferencias en la producción hormonal, sino a que no influye a un adecuado funcionamiento para vivir biológicamente sanos, como la tiene una de las formas de contacto humano en la adultez, la atracción sexual entre personas del mismo sexo, lo que también sucede en individuos animales adultos.
Por lo que, podemos ver con claridad que la comparación de la homosexualidad con el transgenerismo o transexualidad no tiene una base biológica que la respalde y por ende tampoco dialéctica si tomamos el conocimiento de la corriente filosófica materialista, cimiento del socialismo/marxismo y políticas derivadas que deberían conformar la izquierda actual; aunque evidentemente la ciencia ha logrado avances extraordinarios a pasos agigantados, habiendo superado cualquier presunción sin evidencias de las que se carecían el siglo pasado o hasta hace dos décadas, un ejemplo es la reciente finalización del proyecto Genoma Humano en el año 2003. De esta manera, no se puede asemejar a la homosexualidad, una realidad comportamental extendida en la naturaleza, con el transgenerismo.
Como ha sido mencionado, la homosexualidad ocurre naturalmente en otras especies animales y no requiere ningún componente químico artificial o intervención quirúrgica. Sin embargo, estos se requieren en los procesos de reasignación sexual, que son a un nivel fenotípico, de apariencia corporal, ya que no existen métodos para cambiar nuestros cromosomas sexuales, ni siquiera con la tecnología molecular de punta para la edición de genes denominada CRISPR/Cas9, cuya finalidad para los seres humanos es la de reparar genes dañados, curar e impedir la propagación de enfermedades. Llegado este punto, valdría preguntarse cuál es la finalidad de la ciencia ¿es satisfacer un deseo?
Hemos sido espectadores de cómo se han utilizado los avances científicos para la destrucción de la humanidad, desde la bomba atómica. Vivimos en una época en la que los efectos de la emisión de gases de efecto invernadero que inhalamos nos están intoxicando a la vez que elevan los niveles de radiación por la disminución de la capa de ozono. En donde la contaminación y la sobreexplotación de recursos están erosionando los suelos, incrementando los niveles del mar, acabando con la existencia de especies incluyendo la nuestra, intensificado la situación de pobreza, además de ser la causa de enfermedades crónicas que se intentan tratar con medicina de última generación como la terapia génica.
Es ahora más que nunca cuando los científicos de diversas ramas con la debida ayuda institucional deben centrar sus fuerzas de producción en favor de los más vulnerables y me refiero a aquellos cuyas vidas corren peligro y/o tienen menor acceso a los sistemas de salud, como las mujeres y niños por las condiciones generales de escasez que les ofrece el sistema, aquel mismo cuestionamiento deberían hacerse los intermediarios financieros que pueden sustentar medidas económicas y políticas publicas justas.
Sin embargo, sucede todo lo contrario, somos espectadores del sacrificio del bienestar de la humanidad por el poder individual, de la venta de una felicidad absurda que se escuda en discursos de igualdad a cambio de votos. Mientras tanto, diariamente nos encontramos con continuas denuncias por parte de mujeres independientes y de diversos colectivos feministas que son censuradas, acusadas y violentadas por explicar lo que implica en una sociedad patriarcal que seamos nuevamente invisibilizadas por un reducido número de personas que de un día para otro resultan estar tan oprimidas que reciben un soporte generalizado, aún mayor del otorgado a las mujeres, cuando somos las mujeres y somos miles las que desde hace siglos seguimos alzando la voz por los golpes que recibimos a cada minuto en contra de nuestra integridad personal, por el hecho de ser mujer, venimos denunciando desde el maltrato físico, psicológico y sexual al feminicidio, por parte de un hombre o de varios.
Asimismo, nuestras reivindicaciones básicas, como el acceso a la educación, la brecha salarial, el techo de cristal, la corresponsabilidad parental, etc. no están resueltas. En el caso de Argentina la ley de Identidad de Género se aprobó antes que la legalización del aborto. Además, las mujeres con una orientación homosexual (lesbianas y bisexuales) se encuentran en una situación de riesgo de estabilidad laboral y pertenencia social, debido a las demandas de la heterosexualidad obligatoria.
Todo lo dicho ha servido de antesala para concluir que la homosexualidad no es ni puede ser similar al transgenerismo queer. Primero, porque la homosexualidad es un comportamiento evolutivo de las especies animales, mientras el segundo es un comportamiento social exclusivo de los seres humanos, que le pertenece al ámbito psicológico. Y luego, porque mientras existan condiciones adversas para nuestra existencia en condiciones insalubres y de pobreza en un planeta que se degrada cada día más por la acción humana; y las mujeres, todas, incluidas las lesbianas y bisexuales (siguiendo la temática), sigan oprimidas y silenciadas, la institucionalización de lo queer es una lucha por un idealismo profundamente individualista y excluyente.
A la vez, es un llamado para dejar de utilizar la homosexualidad, su historia de discriminación y su lucha como excusa para el encubrimiento del establecimiento de la autodeterminación de género, ya que además de ser ambas de naturaleza completamente antagónica, la homosexualidad de por si no agrede ni intensifica problemáticas sociales, por lo que coexistimos con ella y aparentemente desde hace miles de años. Reflexionemos esto último recordando que la homofobia parte de una sociedad sumamente patriarcal y de mandatos familiares. Las feministas en nombre de todas las mujeres, no estamos dispuestas a admitir un golpe moral añadido por parte de un Estado de Bienestar.
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