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Para quienes se preguntan qué es ser mujer

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En primer lugar, ser mujer hace referencia a nuestro sexo, es decir, al hecho de haber nacido como hembra de la especie humana. Es cuerpo, es biología, es naturaleza. El sexo no es ni bueno ni malo, es una realidad material. Pero, como tan agudamente expresó Simone de Beauvoir (“No se nace mujer, se llega a serlo”), en base al sexo de nacimiento de las mujeres se construye todo un complejo entramado de estereotipos patriarcales diseñados para oprimirnos. Me refiero a la creación socio-cultural del género.

Veamos, sin ánimo de exhaustividad (los mandatos patriarcales se extienden hasta el infinito y más allá), algunos de los principales rasgos que nos han impuesto y sufrimos las mujeres, prácticamente en cualquier parte del mundo, aunque con las lógicas adaptaciones a cada entorno socio-cultural:

Ser mujer es que mutilen tu cuerpo, desde agujerear nuestras orejas hasta la horrenda y criminal ablación del clítoris.
Ser mujer es que se ejerza un férreo control sobre tus capacidades sexuales y reproductivas.

El sexo no es ni bueno ni malo, es una realidad material.

Ser mujer es que te enseñen a avergonzarte de tu cuerpo, de necesitar arreglarlo porque parece que nacemos estropeadas de saber que tenemos una fecha de envasado cada vez más temprana y una fecha de caducidad cada vez más corta.

Ser mujer es haber recibido una educación formal e informal destinada a inferiorizarnos, a someternos sexualmente a un hombre -o a muchos mediante la odiosa explotación sexual de la prostitución-, según la suerte que hayas tenido en la vida. Porque con menos suerte, no sólo nos veremos obligadas a que nos puedan prostituir, también podrán explotarnos reproductivamente.

Ser mujer es que nos hipersexualicen para cosificarnos y reducirnos a objetos que sólo sirven para satisfacer la sexualidad de los hombres.

Ser mujer es que apelen a nuestra naturaleza sexual, pero seamos nosotras las que debemos ser racionales y ponernos velo, o ser recatadas para no soltar a la bestia que los hombres, tan racionales ellos, llevan dentro.

Ser mujer es que nos conviertan en objeto pornográfico; entorno donde, al parecer, todo cabe: humillación, violencia, violación y asesinato, y que tengamos que fingir que eso nos gusta cuando es a ellos a quien complace vejarnos y violentarnos de todas las maneras imaginables e inimaginables.

Ser mujer es que llevemos sobre nuestros hombros el honor de la familia y muramos o nos maten para salvaguardarlo.

Ser mujer es que nos hayan metido en el ADN que vivimos para otros, que el trabajo gratuito de cuidado que realizamos es por amor y que el amor no tiene precio. Y que el amor todo lo puede, aunque acabe haciéndonos daño o matándonos.

Ser mujer es que nos traten con condescendencia cuando no con desprecio.

Ser mujer es soportar todo tipo de violencia masculina si osamos traspasar cualquiera de los límites que el Patriarcado nos impone.

Ser mujer es que haya espacios y tiempos que no nos pertenecen porque son peligrosos para nosotras.

Ser mujer es que nuestra seguridad, nuestra integridad y nuestra vida no estén nunca suficientemente garantizadas. Tanto si denunciamos, y entonces solemos tener una ineficiente protección y un riesgo cierto de revictimización, como si no denunciamos, y entonces quedamos indefensas.

Ser mujer es que nos contraten menos. Si somos jóvenes porque estamos en edad fértil y si somos mayores por serlo.

Ser mujer es poseer el 1% de la tierra mientras que los hombres poseen el 99%.

Ser mujer es que nos remuneren menos por igual trabajo que los hombres. Y también pagar menos cuando los trabajos están feminizados porque lo que hace una mujer vale menos.

Ser mujer es conocer de suelos pegajosos y techos de cristal.

Ser mujer es realizar gratuitamente la labor más valiosa de cualquier país: Gestar, criar y cuidar a su ciudadanía… y como premio, nos reduzcan la pensión por haber tenido que renunciar a ascensos o a una jornada completa o, incluso, renunciar al trabajo.

Ser mujer es que nos desprecien, acosen, marginen, nieguen, oculten o arrebaten nuestros méritos.

Ser mujer es necesitar cuotas para que no se sigan negando nuestros méritos. Porque si no existieran las cuotas, los hombres seguirían teniendo el 100% de todo. Lo que nunca, por cierto, les ha parecido abusivo.

Ser mujer es que esperen que calles porque si hablas serás ignorada, acusada de manipuladora o de mentirosa. Y si hablas bien, es esperar que se apropien de tus palabras y de tus ideas.

Ser mujer es que te invisibilicen en el lenguaje y no tener derecho a ser nombradas porque “ya estamos incluidas en el masculino” que es el genérico por votación popular…entre los hombres.

Ser mujer es aceptar que todos los colectivos discriminados son cosa nuestra, con la peculiaridad de que luchar contra nuestra opresión es permanentemente relegado, para dar prioridad a esos colectivos que jamás priorizan nuestros intereses frente a los suyos.

Ser mujer es ver con tristeza la traición de mujeres -tan alienadas por el patriarcado- que se creen sus mentiras, y que se sienten pagadas con una palmadita en la espalda, sin percatarse de que se las desprecia incluso más que a quienes luchamos contra la opresión que nos han impuesto.

Ser mujer es ver cómo, al romperse el matrimonio, las instituciones se inventan todo tipo de falsos síndromes para consolidar la creencia de que mentimos o manipulamos (los hombres, en cambio, se ve que son seres de luz y no mienten ni manipulan nunca) y arrebatarnos a nuestra descendencia para favorecer a padres, descuidados mientras hubo convivencia, y que de repente tienen el “síndrome de la paternidad sobrevenida” para vengarse o para ahorrarse la pensión.

Ser mujer es ver cómo la justicia habla del interés superior de los y las menores, pero en realidad aplica el interés superior de los hombres.

Ser mujer es ser consciente de que la justicia es menos justicia para nosotras.
TODO ESO ES GÉNERO.
Y el Feminismo es el movimiento revolucionario pacífico que se posiciona en contra de todas estas injusticias patriarcales que he relatado y otras tantas que podrían añadirse.

Y por eso no hace falta dar carnets de feminista. Porque es feminista quien reclama la abolición del género opresor: el fin de la explotación sexual y reproductiva, los derechos humanos de las mujeres, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en todos los órdenes (civil, laboral, económico, social, familiar…), nuestra dignidad y EL RESPETO que merecemos, que no es ni un ápice menos que el que merecen los hombres. Y nada para el feminismo debe ser más importante que todo esto. Esa es nuestra agenda.

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