Esta es una copia del discurso que Raquel Rosario Sánchez pronunció durante las Jornadas Informativas sobre la Propuesta de Ley Trans, el 27 de febrero del 2021 organizadas por el partido político ecologista de España EQUO. Raquel es una escritora, investigadora y activista de la República Dominicana. Su trabajo se focaliza en apoyar e impulsar políticas públicas orientadas a la erradicación de la violencia machista contra niñas y mujeres. Actualmente es doctoranda del Centro de Investigación de Género y Violencia en la Universidad de Bristol.
Muchas gracias al partido EQUO por esta invitación. Y más importante aún, muchas gracias porque como partido político ha tomado la iniciativa de auspiciar estas Jornadas Informativas sobre la Propuesta de Ley Trans. Gracias y felicitaciones particulares a las organizadoras de tan valiosos eventos.
Esto es democracia. Grupos particulares demandan la promulgación de una ley que afectará a todas las personas de un determinado país, ministerios dentro del gobierno respaldan esta petición y la sociedad debate y pondera en libertad los argumentos. El Partido EQUO de España está haciendo lo que ningún partido político del Reino Unido se atrevió a hacer, ante propuestas similares: apoderarse del tema, no rehuirle y debatirlo abiertamente en público.
Cuando los partidos políticos rehúyen al debate sobre las políticas públicas, especialmente ante temas que levantan sentimientos intensos y controversias dentro de la población, se abre la puerta a que dinámicas virulentas y antidemocráticas impidan o limiten el debate, con actitudes sesgadas que pueden llegar hasta a la violencia.
En el Reino Unido, esa ausencia de pluralidad respecto a las políticas de “identidad de género” significó que mujeres tales como enfermeras, maestras, amas de casa, periodistas, abogadas, estudiantes y contables, dieran la cara y obligaran la realización del debate ante la palestra pública. Esto lo hacíamos sosteniendo reuniones feministas y presionando a representantes legislativos para que ni se les ocurra aprobar proyectos de ley contrarios a los derechos de la mujer, sin siquiera escuchar las objeciones que las mujeres pudieran tener.
Este servicio público (auspiciar el debate transparente sobre propuestas legislativas que grupos lobistas querían aprobar en secreto) le costó a demasiadas mujeres amenazas, intimidación y ostracismo.
Demasiadas mujeres han visto sus nombres por el suelo, perdido su círculo social, su estabilidad laboral y acaban sintiéndose desamparadas de sus partidos políticos. Pero gracias a los esfuerzos de esas mujeres no existe ningún representante público, ni ninguna legisladora en el Reino Unido, que se escape de las preguntas del movimiento feminista respecto a las políticas de “identidad de género”.
En el año 2021, España, así como muchos otros países, tienen la oportunidad de aprender de esta estrategia centrada en el civismo y en el desarrollo de procesos de camaradería, puesta en práctica por las mujeres en el Reino Unido, al reflexionar, activarse y sublevarse respecto al tema de la “identidad de género”.
Y así como hoy 27 de febrero del año 2021, el Partido EQUO de España sostiene Jornadas Informativas respecto a un proyecto de ley que levanta un sinnúmero de argumentaciones perniciosas, problemas legales y emociones caldeadas, esperemos que los demás partidos políticos sigan el liderazgo de EQUO y auspicien sus propias Jornadas Informativas públicas.
La realidad que la ciudadanía debe recordarle a sus partidos políticos es que, en un Estado democrático de derecho, las políticas públicas se les deben a toda la población, no a grupos lobistas particulares.
En sentido general hablaré sobre el fenómeno de las “clínicas de género”, auspiciadas dentro de las políticas de “identidad de género”. Y en lo particular, haré una ponderación acerca de lo que podemos aprender en relación a este fenómeno para el movimiento feminista y los sistemas democráticos.
¿Qué es una “clínica de género”? Vamos a partir de un ejemplo.
La clínica Tavistock and Portman NHS Trust (mejor conocida como la clínica Tavistock) fue fundada en el año 1920 y se describe como:
“Tavistock and Portman NHS Foundation Trust es un fideicomiso especializado en la salud mental que se centra en la formación y la educación junto con una gama completa de servicios de salud mental y terapias psicológicas para la niñez y sus familias, jóvenes y adultos”.
Esta oferta de terapia y servicios de salud mental son ofrecidos a personas adultas y a la niñez que no presentan “problemas de género”. A esa niñez le depara otra cosa.
La Tavistock contiene la única “clínica de género” para menores de edad que opera legalmente y de manera gratuita en Inglaterra. Niños y niñas menores de edad de todo el país son referidos a su clínica especializada en la “identidad de género” para recibir lo que ellos consideran es el mejor tratamiento disponible para la niñez que rechaza estereotipos sexistas.
Este tratamiento consiste, no en terapias para analizar los problemas en el mundo circundante de la persona menor de edad ni para trabajar con la familia, sino en proporcionar un tratamiento médico e irreversible para problemas que son psicológicos o sociológicos, y que en etapas tempranas como la niñez y la adolescencia pudieran ser situaciones temporales o pasajeras, que no ameritarían respuestas tan radicales para sus vidas.
La gran mayoría de la niñez que atraviesa las puertas de la Tavistock, sufre situaciones de depresión, abandono, abuso, ansiedad, trastornos alimenticios, perdida de un pariente cercano, autismo o violencia. Pero a esos temas no se les presta atención, ni se exploran a profundidad.
El tratamiento de las “clínicas de género” para menores de edad consiste en una oferta única: bloqueadores de la pubertad, estrógeno para los varones y testosterona para las hembras.
Esta “clínica de género” defiende su oferta médica de la siguiente manera:
“Algunos niños que son asignados como varón (es decir, registrados como varones) cuando nacieron, pueden no sentirse como un niño cuando son mayores o pueden preferir vestirse con ropa o jugar con juguetes que otras personas dicen que son ‘para niñas’. Pueden sentirse o decir que son una niña. De la misma manera, algunas niñas o adolescentes a las que se les asignó ‘mujeres’ al nacer, pueden sentirse o decir que son niños. Otros podrían decir que ni ‘niño’ ni ‘niña’ parece ser la palabra correcta para describir lo que sienten sobre sí mismos.”
¿Por qué un niño que le guste jugar con juguetes “para niña” debe ser interpretado y medicalizado para intentar transformarlo en una niña? ¿No es más productivo y hasta saludable, transformar ese estereotipo de que existen juguetes de niños y juguetes de niñas?
La niñez es una etapa en la que lo único constante es el cambio. Por lo tanto, no es sorpresa que algunos niños y algunas niñas sientan incomodidad con su cuerpo. Tampoco es sorpresa ni novedad que muchos niños y muchas niñas rechacen estereotipos sexistas sobre “qué es ser un niño” y “qué es ser una niña”, porque los estereotipos sexistas (aquellos también llamados estereotipos de género), son imposiciones arbitrarias que limitan el desarrollo de la personalidad durante la niñez.
El movimiento feminista lleva 300 años explicando que ser niño no debe significar ser inexpresivo ni ser agresivo. Que ser niña no significa ser sumisa ni débil. Es decir, que el sexo de cada bebé no debe marcar su destino ni su yugo patriarcal. Pero esas enseñanzas, arduas y cansinas, no dejan dinero. En la mayoría de los países con sistemas de salud privados, los bloqueadores de la pubertad y las hormonas del sexo opuesto sí generan lucro. Y bastante.
La pregunta que se cae de la mata es: ¿Cómo pasa la sociedad desde comprender que los estereotipos sexistas representan un problema para la niñez, hasta llegar a medicalizar a las víctimas de estos mismos estereotipos sexistas?
Solo en una mente extremadamente sexista cabe que “la solución” para el “problema” que representa un niño al que le guste el color rosa y ponerse vestidos, es inyectarlo con estrógeno, y que ante la “calamidad” de una niña que prefiera los deportes a las muñecas, es inyectarla con cantidades industriales de testosterona.
Y justamente eso es lo que representan las “clínicas de género” para la niñez: la medicalización a la niñez víctima de los estereotipos sexistas, que desde hace tanto tiempo, el movimiento feminista ha trabajado para desmontar.
Durante un período de 10 años, Inglaterra ha reportado incrementos de un 4000% de niñas y adolescentes que rechazan su sexo y alegan sentir una inmensa incomodidad con su cuerpo. En el año 2019, la clínica de género Tavistock reportó que un 76% de sus pacientes eran hembras.
¿Cómo llega una niña a una ‘clínica de género’? Nos encontramos en una coyuntura político-cultural en la que la niñez es incentivada (desde escuelas, bibliotecas, medios de comunicación y redes sociales), para que asuman que cualquier rechazo a los estereotipos sexistas, se explica “porque nacieron en el cuerpo equivocado y pertenecen al sexo opuesto”.
En las niñas, ese rechazo a su cuerpo es más marcado, porque son objeto de unos mal llamados “piropos”, que se expresan generalmente en las calles, y son sumamente invasivos en relación a su cuerpo y a su intimidad, la llegada de la menstruación usualmente representa periodo incomodo, y porque cada vez a edades más tempranas su cuerpo es sexualizado y asumido como objeto de consumo para hombres adultos.
Se añade a esta dinámica que muchas niñas y adolescentes han atravesado episodios traumáticos, como la pérdida de parientes cercanos, la carencia de redes de apoyo, sufren violencia machista o presentan comobilidades que las inducen a querer escapar de sí mismas. Esas niñas son particularmente vulnerables.
La medicalización de la niñez víctimas de los estereotipos de género, dentro de las clínicas de género que se legislan por medio de las políticas de identidad de género (observen como todo es género, género, género) engatusa a niñas y adolescentes vulnerables que son convencidas de que creyéndose varones, podrán escapar la opresión del patriarcado.
Posteriormente, una por una estas muchachas se da cuenta de que todo fue un engaño: que no existe una separación entre su cuerpo y quienes ellas son. Que su cuerpo es parte intrínseca de ellas mismas y que su sexo es inmutable.
Poco a poco ellas se dan cuenta de que la subyugación sexista es tan perversa, que no solo no les permitirá escapar de las distintas problemáticas e inconformidades existenciales que presentan, por medio de la hormonizacion y laceración a sus cuerpos sino que esas cicatrices y todos los problemas médicos que muchas padecerán de por vida representarán las secuelas dejadas en sus cuerpos, por el mismo patriarcado del que pretendieron huir.
En mayo del 2020, el sistema de salubridad de Inglaterra que incluye su “clínica de género” Tavistock para menores de edad, tuvo que revisar la información que suministraba al público respecto al tratamiento que ofrecen sobre la disforia de género, y han advertido que contrario a lo que promovían con anterioridad:
“Se conoce muy poco sobre los efectos secundarios a largo plazo de los bloqueadores hormonales de la pubertad. Tampoco se sabe si los bloqueadores hormonales afectan el desarrollo del cerebro adolescente o los huesos de la niñez.”
Estudios científicos publicados luego de estas declaraciones de mayo del 2020, han demostrado que los bloqueadores de la pubertad erosionan la densidad ósea y el crecimiento de los huesos (incluyendo la altura) en la niñez.
Los bloqueadores de la pubertad se vienen usando desde hace muchos años para tratar la pubertad que empieza en un período considerado “demasiado temprano”. Por ejemplo, niñas que se desarrollan y tienen su menstruación a los ocho o nueve años. Incluso en ellas, los efectos secundarios han sido desastrosos. Aparte de que, todavía no sabemos los efectos secundarios que tienen las hormonas del sexo opuesto en el desarrollo cerebral y cognitivo de niñas y niños durante una fase tan delicada para su desarrollo neurológico.
Otras consecuencias de estos tratamientos son la perdida de la fertilidad y disfunción sexual, producto de órganos reproductivos subdesarrollados y del impacto que tiene consumir hormonas del sexo opuesto (post-bloqueadores de la pubertad), en cantidades industriales.
Los bloqueadores de la pubertad impiden la fertilidad porque las gónadas nunca llegan a madurarse. Gametos inmaduros que nunca llegaron a desarrollarse, no puede fertilizar ni ser fertilizados. Estos tratamientos también pueden causar daños irreversibles al funcionamiento y desempeño sexual, de la niñez que llenan los pasillos de las “clínicas de género”, ya que sus órganos sexuales no llegan a desarrollarse, y en demasiados casos, nunca se desarrollarán, porque ese cuerpo continuará atrapado en la etapa del desarrollo humano (entre 9 y 11 años), en la que se inició el tratamiento. El pene, los testículos y el escroto de un varón no han tenido la oportunidad de alargarse y de crecer. El clítoris y los pezones de las hembras tampoco.
La medicalización de la niñez víctimas de los estereotipos sexistas, les arroja ante una hoguera posmodernista llena de problemas físicos y emocionales de por vida.
La gran mayoría de las víctimas son niñas y adolescentes así que estamos hablando de niñas y adolescentes que se enfrentan a la eventualidad de una histerectomía para prevenir el riesgo de desarrollar cáncer del útero (su anatomía no está preparada para aguantar tanta testosterona), un prolapso vaginal, un incremento exponencial del riesgo de desarrollar problemas del tracto urinario, enfermedades cardiovasculares (como los coágulos de sangre y apoplejía), una disminución drástica de la mineralización de sus huesos y osteoporosis temprana.
Pero el daño no termina ahí.
Muchas veces esas niñas, adolescentes y eventualmente mujeres, quienes eran celebradas y vitoreadas por promotores de políticas de “identidad de género”, siempre y cuando ellas pregonaran por el mundo que se odiaban a sí mismas y que añoraban ser hombres (ojo en este punto), se dan cuenta de que les han vendido un caramelo envenenado.
Muchas, y cada vez son más, las niñas y adolescentes que se arrepienten de errores cometidos en etapas del desarrollo humano tan tempranas. En vez de escuchar y aprender de sus testimonios, como sobrevivientes de una batalla cara a cara con el patriarcado, el mismo colectivo que las acogía mientras ellas se auto flagelaban por haber nacido mujer minimiza y trivializa sus experiencias.
Esas mismas personas que aplauden niñas y adolescentes cuya misoginia internalizada es tan profunda que prefieren perjudicar su salud a aceptarse como mujeres, luego argumentan que ellas nunca fueron trans y que es mejor ignorarlas, porque sus voces no representan a nadie.
La joven Keira Bell es la más prominente representante de esas voces. De niña, a ella le toco atravesar una infancia difícil. Después de tres consultas (cada una de tan solo una hora), esta joven fue encaminada en un trayecto que comenzó con bloqueadores de la pubertad a los 16 años, hormonas de sexo opuesto a los 17 y una mastectomía doble a los 20 años.
Poco después desistió de estos tratamientos, al percatarse de que contra ella se ha cometido un crimen, así como se está cometiendo contra cada niña, niño y adolescente cuya salud es arrebatada y arrojada ante el altar de la “identidad de género”.
Keira decide demandar a la misma “clínica de género” Tavistock que mencioné al principio de mi discurso, en donde se le sometió a tratamientos hormonales irreversibles. Fue una batalla legal intensa, que tenía el potencial de modificar una política pública promovida e implementada a nivel nacional.
En el Tribunal, uno de los tres jueces preguntó tres veces a la clínica Tavistock lo siguiente: “¿Ustedes le informan a las niñas de 10 años que no podrán ser madres?” La abogada representante de la Tavistock se rehusó a responder. “¿Qué porcentaje de esas menores de edad son autistas?” La clínica argumentó que no tienen esas estadísticas. “¿Cuántas niñas se arrepienten de esos tratamientos hormonales?” Tampoco saben, alegaron.
Aquí, dentro de estas mismas Jornadas Informativas, hace unas semanas Natalia Aventin de la Asociación Euforia expresó:
“Keira Bell no es una persona trans, y por tanto no tiene nada que ver con este colectivo ni representa sus problemas. Su sentencia no debe ser utilizada para perjudicar la aplicación de la ley y desproteger a los menores trans”.
Las niñas y adolescentes que revierten su transición son las sobrevivientes de un experimento posmodernista que se ha salido de control. Durante un período de 10 años, Inglaterra ha reportado incrementos de un 4000% de niñas y adolescentes que rechazan su sexo y alegan sentir una inmensa incomodidad con su cuerpo. En el año 2019, la Tavistock reportó que un 76% de sus pacientes eran hembras.
En el famosos tema trans, la autoridad son las niñas y adolescentes que sobreviven los crímenes de lesa humanidad que se cometen en las llamadas “clínicas de género” para menores de edad.
Desestimando los escasos argumentos de la clínica Tavistock, el Tribunal Superior del Reino Unido declaró en su veredicto a favor de Keira Bell:
“Un niño menor de 16 años solo puede dar su consentimiento para el uso de medicamentos destinados a suprimir la pubertad cuando sea competente para comprender la naturaleza del tratamiento. Eso incluye una comprensión de las consecuencias inmediatas y a largo plazo del tratamiento, la evidencia limitada disponible en cuanto a su eficacia o propósito, el hecho de que la gran mayoría de los pacientes proceden al uso de hormonas de sexo opuesto y su potencial a largo plazo.
Habrá enormes dificultades en un niño menor de 16 años para comprender y sopesar esta información y decidir si acepta el uso de medicamentos que bloquean su pubertad. Es muy poco probable que un niño de 13 años o menos sea competente para dar su consentimiento para la administración de bloqueadores de la pubertad. Es dudoso que un niño de 14 o 15 años pueda comprender y sopesar los riesgos y las consecuencias a largo plazo de la administración de bloqueadores de la pubertad”.
Es decir, la corte determinó que es “muy poco probable” que menores de edad puedan comprender las ramificaciones de estos tratamientos y que, en los raros casos en los que se consideren necesarios, la clínica Tavistock deberá ir ante un tribunal para justificarlo. En la práctica, eso significa que la administración de tales tratamientos para menores de edad será excepcional, para no decir nula.
Afuera del Tribunal Superior, habiendo ganado su caso histórico en el que sentó un precedente internacional, Keira Bell expresó:
“Este juicio no es político. Se trata de la protección de la niñez vulnerable. Esta batalla aún no ha terminado. Me gustaría hacer un llamado personalmente a profesionales y personal médico para que creen mejores servicios y modelos de salud mental para ayudar a quienes se enfrentan a la disforia de género y les ayuden a reconciliarse con su sexo. Además, pido a la sociedad que acepte a quienes no se ajustan a los estereotipos sexistas. Eso significa acabar con la homofobia, la misoginia y el intimidación de las personas que son diferentes”.
Qué bueno que hoy estemos culminando estas Jornadas Informativas sobre las políticas de “identidad de género” reflexionando sobre el daño que estas políticas infringen en la niñez que, naturalmente, rechaza los estereotipos que se les asignan según su sexo.
Nuestra próxima conversación deberá ser sobre como las “clínicas de género” representan otra de la multitud de formas en las que se presenta la violencia machista contra las niñas y las mujeres.
¡Muchas gracias!