En otro artículo comenté el punto ciego que el patriarcado tatúa en las mentes masculinas a fin de impedirles calibrar en su justa medida la grave desigualdad de las mujeres. Provoca que, muchos, incluso los que son hombres buenos, vean “normal” que nosotras posterguemos nuestras demandas en pro de un supuesto bien común (¿común? ¿de quién?). Y por ello, les repele la creación de un partido feminista: la interpretan como un fraccionamiento de la izquierda, sin percatarse de que, al desatender nuestros derechos (más allá de palabrerías hueras) esa autoproclamada izquierda dinamita su ideal básico: la igualdad entre los seres humanos.
Hablé de hombres, pero también muchas mujeres desaprueban la existencia de una organización política feminista.
Algunas dan argumentos muy similares a los ya expuestos. Dicen: “Vais a conseguir que las próximas elecciones las gane la derecha”.
¿De verdad piensan que la derecha gana porque las mujeres exigen políticas de igualdad y no porque la supuesta izquierda “pasa” de nuestras demandas?
Es más, pienso que, si la derecha avanza, es porque la izquierda está ensimismada y desatiende el trabajo continuo, valiente, militante de educación ideológica. Parece ignorar que el neoliberalismo ha alcanzado un sofisticadísimo y perversísimo nivel de persuasión. Es como si no supieran que el capital controla todos los canales de difusión y divulgación de ideas a fin de modelar sentimientos, emociones e imaginarios. Y resistirse a sus planteamientos supone una rebelión muy radical contra las prédicas de la prensa, los canales de tv, las ficciones audiovisuales, los videojuegos, la propaganda consumista, etc. etc. O sea, lo “normal”, lo fácil, lo rutinario es dejarse llevar, vivir en la obnubilación, el autoengaño, la superficialidad, la mentira, el egoísmo de vía estrecha, el individualismo, la carencia de análisis a medio y a largo plazo… o sea, lo “normal” es votar a la derecha (igual que lo “normal” es ser androcéntrico, cuando no descaradamente machista y misógino).
¿De verdad piensan que la derecha gana porque las mujeres exigen políticas de igualdad y no porque la supuesta izquierda “pasa” de nuestras demandas?
¿Cómo se contrarresta ese panorama? Pues con un trabajo continuo y persistente que desmonte cuentos, combata el escapismo social, movilice por objetivos comunes, explique que la salvación individual solo funciona para la élite –y, al paso que va la degradación ambiental, puede que ni eso-, que debemos obligarnos a mirar el trasfondo y las consecuencias de las políticas que se adoptan, que hemos de ser exigentes y coherentes…
En definitiva: la derecha avanza porque la izquierda no hace un trabajo consistente y empecinado de educación ideológica -que no digo que sea fácil- contra la propaganda neoliberal masivamente difundida.
Pues resulta que el feminismo sí hace esa tarea. El feminismo siempre ha ido a contracorriente, siempre contra la ideología dominante y siempre ha luchado por conseguir derechos sociales, políticos, educativos, laborales para todas. Luego, difundir feminismo es difundir ideología de izquierda.
También hay mujeres que se oponen a la existencia de un partido feminista porque tienen tan interiorizado lo de “Soy mujer y sé querer” que rechazan la idea de que no estemos para servir a otros (o sea, a los hombres y, en estos momentos, a los trans).
Una mujer de esa vena, me dijo públicamente, en una charla, que a ella no le importaba que la llamaran “aguacate” (palabras textuales) si con eso favorecía los derechos de las personas trans… Pongamos un ejemplo: mujer transicionada a hombre, decide tener un hijo. Pero, claro, ¿cómo va a soportar la humillación de que la llamen madre? ¿Cómo va a sufrir la ignominia de ser asistida en una “maternidad”? ¿cómo va a tolerar que su leche viril sea llamada leche materna? Las que son de la “cuerda del aguacate” piensan que los sentimientos de los dos o tres seres de esa índole que hay en toda España (los llamo seres para que no me multe el Ministerio trans) han de primar y, por eso, los otros 29 millones de mujeres hemos de llamarnos “progenitores gestantes”.
Y así con todo: ¿cómo nos vamos a oponer a que compita con las deportistas quien se autodeclare mujer?
¿Cómo vamos a impedir que vayan a las cárceles de mujeres los delincuentes sexuales que se sientan damiselas?
Eso por no hablar de las prédicas de Paz Padilla (en televisión, ojo) diciendo que, en pro del amor, hemos de perdonar a nuestros maltratadores…
Sí, muchas mujeres tienen tan interiorizado ese “ser para otros” que no conciben romper la dinámica –tan sumisa- de “pedirles a los partidos que, por favor, se acuerden de lo nuestro”.
En resumen:
- ¿Hay que disolver partidos para no fraccionar el voto de izquierda? Pues que –para variar- ellos disuelvan el suyo y empiecen a militar en el nuestro.
- ¿Hay que practicar la ética del cuidado entre humanos? Pues que –para variar- las mujeres empecemos por cuidarnos a nosotras mismas. Y por eso, ahora, emancipándonos de la tutela patriarcal, nos vamos a ocupar directamente de lo nuestro.
De modo que sí: creamos el FAC (Feministas al Congreso) y quien quiera llorar, que llore. Y quien se alegre, que se afilie.