Cuando imaginamos la pobreza e intentamos ponerle rostro, casi con toda seguridad imaginaremos a un hombre de mediana edad, que duerme en un parque o en un portal y que pide dinero por la calle para conseguir comida.
Pero, ¿y si decimos que el rostro de la pobreza tiene cara de mujer? Porque sí, porque nosotras somos las más precarias, las asiduas de los servicios sociales o de los programas de ayuda y aún así, cuando hablamos de pobreza le seguimos poniendo rostro de hombre.
¿Y qué? Me diréis algunas (más bien algunos, seguramente). Pues mucho, contesto yo. Mucho porque el hecho de que nos imaginemos la pobreza como algo masculino deja fuera a las mujeres y sus necesidades, y las mujeres, en valores absolutos, somos mucho más pobres que ellos.
Por ejemplo, cuando decidimos ser madres, si es que lo decidimos, nos vamos a topar de frente con la precariedad. La baja de maternidad es corta, muy corta, tan corta que no nos da ni tiempo disfrutarla.
Para comenzar, es importante resaltar que ninguna mujer puede trabajar hasta la semana 39, como propone el gobierno, y es que aunque nos parece muy necesario una baja por embarazo, creemos que no es realista que esta baja se inicie en la semana 39, ¡si es que muchas mujeres no llegan a esa semana y dan a luz antes! Al final nos tenemos que acoger a una baja por enfermedad común, siendo algo totalmente arbitrario (depende de si tu médico tiene mayor o menor sensibilidad) y saldremos mejor o peor paradas según el convenio al que se acoja tu puesto de trabajo. No hemos parido y ya estamos perdiendo. Y aunque esta medida nos parezca poco, oh que sorpresa, se ha quedado fuera de los presupuestos de este año.
Luego tenemos a nuestras y nuestros bebés, y durante, más o menos, unos cuarenta días (dependiendo de múltiples factores) necesitamos ayuda porque nuestro cuerpo aún se está recuperando de lo que supone un embarazo y un parto. Estamos cansadas, sensibles, tenemos puntos y a veces, llagas en el pecho. No dormimos por la noche y aún nos estamos acostumbrando a tener un ser vivo que depende totalmente de nosotras. ¿Y qué pasa durante esos cuarenta días? Que estás “disfrutando” de tu permiso de maternidad, y no solo eso, sino que literalmente te has comido más de un mes de los cuatro que tienes, un mes en el que solo has intentado acostumbrarte a tu nueva vida y recuperarte físicamente. Deberíamos contemplar estos cuarenta días como baja médica, y que no reste del permiso de maternidad, pero oh, que asombro, también se ha quedado fuera de los presupuestos.
Porque sí, amigas, como habéis leído bien más arriba, tenemos cuatro meses de baja de maternidad. Los bebés solo se alimentan de leche hasta los 6 meses, por lo que hasta esa fecha no empezamos a introducir otro tipo de alimentos, pero a los seis meses ya hay niños y niñas que llevan dos meses en una guardería. Que, por otra parte, hasta este próximo curso, no han sido gratuitas y precisamente baratas, no eran.
nosotras no tenemos ni el poder ni el brilli brilli que nos hace falta para poner los poderes públicos a trabajar para mejorar nuestra existencia
Podemos conseguir alargarlo, vacaciones y lactancia mediante, hasta los cinco y medio o si tenemos suerte hasta los seis meses. Cosa que nos sigue pareciendo insuficiente. ¿Y qué pasa entonces? Que las mujeres seguimos perdiendo, como siempre, y si queremos cuidar y criar a nuestros hijos e hijas tenemos que pedir excedencias o reducciones de jornada, porque la conciliación sobre el papel está muy bien, pero no se traduce en medidas que de verdad nos faciliten disfrutar de nuestra familia y poder desarrollar a nivel profesional nuestra carrera. Y entonces muchos me diréis, bueno, también pueden pedir este tipo de medidas los padres. Pero siendo realistas y poniendo toda la información sobre la mesa, sabemos que eso no va a pasar, porque nosotras tenemos trabajos precarios, peor pagados y en muchas ocasiones con jornadas parciales y si tenemos que prescindir de algún sueldo, ¿de cuál será? ¿Aún no lo sabéis? Además, las tareas reproductivas son “cosa nuestra”. Y volvemos a llevarnos una sorpresa cuando comprobamos que la revisión de la duración de los permisos de maternidad también se ha quedado fuera de los presupuestos.
El embarazo, el parto, la lactancia… no son solo cosas de mujeres, son cosas de toda la humanidad, porque si nosotras paramos esto no sigue. ¿No deberíamos buscar medidas que faciliten la conciliación familiar? ¿Poner más fácil a las mujeres poder tomar la decisión de ser madres, o no? La maternidad sigue siendo precaria, y desde la precariedad solo podemos criar hijas e hijos precarios, que sigan englobando las filas de la clase obrera y que no contemplen otra salida que la de aguantar y sobrevivir. El gobierno “más feminista de la historia” no solo no ha legislado para igualar maternidad y paternidad y hacernos un poco más fácil la tarea, nada desdeñable, de que el mundo siga. Como siempre ha mirado para otro lado, porque la reproducción sigue siendo cosa de mujeres, y nosotras no tenemos ni el poder ni el brilli brilli que nos hace falta para poner los poderes públicos a trabajar para mejorar nuestra existencia y, por ende, la de toda la humanidad.