El sentimiento de pertenencia es algo muy primario en la construcción de la identidad de una persona, algo muy íntimo y esencial. Así, hay personas que se edifican identificándose con las mujeres y quienes lo hacen con los hombres; y es por este motivo que quieren autodeterminarse como tal o cual. Ahora bien, cabe preguntarse qué refieren como mujer o como hombre en estas identificaciones; qué modelos en su íntimo interior primitivo son los que han construido sus conceptos de mujer y de hombre a partir de los entornos en que se han desarrollado; y en qué se parecen y en qué difieren estos modelos de los roles clásicos patriarcales. Así de sencillas son las cuestiones que estamos poniendo sobre la mesa las feministas. Las mujeres no somos las iguales, sino que somos muy diferentes unas de otras, igual que los hombres, todos somos diversos.
Nosotras no sentimos ninguna repulsión ni fobia hacia las personas transexuales, al revés, son compañeras en el padecimiento del machismo rancio que todo lo impregna. Pero como quiera que, en nuestro ideario, las diferencias entre hombres y mujeres son solo biológicas, toda vez que el resto de divergencias, las conductuales, las atribuimos a la imposición patriarcal de roles; no podemos compartir que su ser lo defina su sentimiento de pertenencia particular. Hacerlo, implicaría admitir y dar espacio a los roles que tratamos de desmontar, es decir, supondría reforzar el patriarcado. Vivimos como una amenaza la insistencia en que el concepto de mujer se extraiga de la vivencia individual de un grupo muy reducido de personas y que impulsa y perpetúa los modelos de opresión que padecemos, puesto que los establece implícitamente como definición y norma de lo que en esencia es una mujer o es un hombre.
Nosotras no sentimos ninguna repulsión ni fobia hacia las personas transexuales, al revés, son compañeras en el padecimiento del machismo rancio que todo lo impregna.
Estos planteamientos son una regresión. Y eludo que nuestra discriminación básica, nace de nuestra capacidad para tener hijos y dar “mini-yo’s” a los varones. Por eso nos quieren controladas y sumisas. Admitir que sea la asociación individual de cada quien entre los roles clásicos en los que crece y ella misma, que sea su fabricación íntima de pertenencia, la que la determine su sexo como mujer u hombre legalmente, es una forma de reafirmación de estos roles y una negación de nuestra capacidad reproductiva. Dado que en el fondo son estos patrones los que están edificando su sentimiento de pertenencia por encima de su biología. Es lo mismo que pedirnos que admitamos que somos mujeres en la medida que compartimos tales cánones. Nos es inaceptable como vínculo. A pesar de que todas estamos impregnadas por ellos. No se pierda de vista, que forma parte de nuestra lucha enfrentarlos internamente y aceptar nuestros límites en ello, y que no estamos exentas de sufrimiento al hacerlo.
Las feministas no tenemos nada en contra de las personas transexuales. Las aceptamos como son y empatizamos con su sufrimiento, sólo que el relato con el que consideramos que se deben integrar en la sociedad no es el de claudicar ante el patriarcado admitiendo sus postulados y sus definiciones de rol, definiéndose como lo que no son; sino enfrentándolo. Estamos encantadas de que haya personas, hombres y mujeres, que no solo no se ajusten a los roles que el patriarcado reserva para ellas, sino que se sientan cómodas justo con los complementarios, que no contrarios.
Entendemos que vivir inmersas en la encarnizada lucha de desmontar los roles las veinticuatro horas del día y en todos los ámbitos, limita sus condiciones de vida. Estamos de acuerdo en que pueden necesitar refugio en una ficción jurídica sobre su sexo que facilite superar con éxito, por ejemplo, una entrevista de trabajo en la que su ajuste a los cánones patriarcales sea condición implícita, cuando no explícita, para conseguirlo. Ahora bien, esa ficción jurídica no puede exigirnos comulgar con ruedas de molino. No es necesario que las personas acogidas al cambio registral participen de competiciones deportivas de élite. Ni que en su identificación médica no se recoja su sexo biológico para que podamos garantizarles la atención médica adecuada que puedan necesitar en un momento dado, por ejemplo, a causa de errores diagnósticos por diferencias biológicas sexuales. Ni tampoco que, en caso de litigios relacionados con violencia de género, quede sin efecto tal ficción jurídica registral cuando la valoración de los expertos que proceda consultar así lo determine. Tampoco es ninguna barbaridad que se les exija esperar a la mayoría de edad para la modificación registral, salvo acuerdo con sus tutores legales o autorización judicial, o ser prudentes en la administración de bloqueadores hormonales y cirugías irreversibles, ni que antes de administrarse estos tratamientos, profilácticamente, sus médicos evalúen si su aplicación no pueda generarles daños psicológicos.
Si la autodeterminación de sexo, que no de género, se reconoce como ficción jurídica y se garantiza en la ley que la construya que no impactará con las leyes, espacios y medidas de protección hacia las mujeres y los menores, adelante, bienvenida sea. Pero tal como está planteada en el proyecto de ley que se pretende aprobar, antes o después creará más problemas de los que resuelve. Todo tiene solución, bastan reflexión y diálogo.
La alteración registral debe estar limitada a contextos inocuos a las mujeres puesto que hoy por hoy requerimos de protección. No debería ser muy complicado crear un registro de ficciones jurídicas autodeterminadas cuyo acceso quede restringido bajo autorización judicial para casos de violencias machistas. Habría que darle una vuelta sobre cómo accederían las federaciones deportivas. Y dotar a los sistemas de datos de salud, si es que no las tienen aún, de las medidas de seguridad necesarias para la protección de acceso al dato del sexo biológico. El código deontológico de los médicos ya protege la privacidad de los pacientes, pero si es necesario refuércenlo, adelante.
a alteración registral debe estar limitada a contextos inocuos a las mujeres
Lejos están las posiciones ultraconservadoras que rechazan sus comportamientos por no ajustarse a la tradición, puro prejuicio. Sin embargo, es absolutamente paradójico que coincidamos en el desacuerdo con estos planteamientos pese a que nuestras fundamentaciones nada tengan en común. Seguramente esto está dificultando el diálogo entre mujeres y está fraccionando el movimiento feminista.
Cruzando acusaciones de terfas y tránsfobas, estamos hiriéndonos de muerte las unas a las otras. No podemos estar discutiendo en pleno siglo XXI si la Tierra es plana o redonda. Tristemente se vislumbra que, tanto PSOE como UP, tienen intereses electoralistas en sus respectivas posiciones, se están disputando el voto de las mujeres, toda vez que la derecha está encantada viendo cómo se resquebraja el movimiento feminista por la falta de diálogo entre las posiciones supuestamente progresistas. Desconsideran que las mujeres, el 52% de la población, estamos creando nuestra propia opción política.