Defiendo un punitivismo severo contra los puteros

Ana Pollán
Ana Pollán
Graduada en Filosofía por la UVA. Máster en Filosofía Teórica y Práctica por la UNED. Feminista abolicionista, republicana y defensora de la educación pública. Anticapitalista.
- Advertisement -

                                                 

Como abolicionista, defiendo la erradicación de la prostitución disuadiendo y penalizando su demanda. He defendido y defiendo multar a los demandantes de prostitución, pero, al mismo tiempo, me avergüenza profundamente considerarlo oportuno o suficiente o, siquiera, un primer paso deseable. En realidad, sí lo es. Es un primer paso deseable como todo el que se encamine a un horizonte abolicionista. Pero no es suficiente, ni apenas celebrable. Con ello, no quiero desmerecer ni subestimar el arduo trabajo, de siglos, de feministas del pasado, del presente, y me temo que del futuro, que se empeñan (nos empeñamos) en ello con determinación. Pero tal afán sólo es legítimo si se asume como avance milimétrico hacia un objetivo que dista kilómetros.

Si alguien no entiende mi pesimismo por lo que, objetivamente, es el primer paso, y contundente, hacia la erradicación de la demanda de prostitución, le invito a reparar en lo que yo misma, con vergüenza, he reparado. ¿Cómo nos sentiríamos si violasen a una mujer querida por nosotras -madre, hermana, pareja, amiga- o si nos violasen a nosotras mismas y al violador se le impusiera solamente una multa? Nos sentiríamos humilladas, indignadas, tratadas como subhumanas y en ningún caso ciudadanas. ¿Por qué lo que en ningún caso es admisible para nosotras sí debe serlo para las mujeres prostituidas? ¿Por qué vemos en la reducción de condenas por violación una insoportable injusticia cometida a sabiendas por un gobierno negligente y antifeminista; una involución social, legislativa y judicial inaceptable al tiempo que consideraríamos un avance extraordinario que un putero pagase una multa por violar? Sin ninguna duda, insisto, es innegable que penalizar, siquiera con una leve multa, lo que hoy es normal y legítimo es un avance irrenunciable, pero no es menos cierto que supone, nada más que un suplemento al “servicio” de prostitución.

Me pregunto, si acaso se consiguiera, de qué cuantía sería esa multa. ¿50€? ¿100€? ¿300€? Y la reincidencia, ¿Tal vez 500€? Si tal cosa ocurriera, siendo sin embargo muy deseable, supondría que el delito de violación se puede elidir en España mediante mecanismos legales por una cantidad asumible de dinero siempre y cuando se elija a la mujer adecuada: la prostituta, la subhumana, la esclava, la que no son “las iguales”, y aunque (me) escueza, las que no son “nosotras” (al menos, hoy y en estas circunstancias y porque el azar así lo quiso).

El lugar de un putero condenado por serlo ha de ser el mismo que un violador condenado por serlo. En sentido estricto, demandar prostitución debería ser un acto criminal más grave que el de violar a una mujer “no prostituida”, pues ser putero implica delitos evidentes tales como colaborar económica, voluntaria y conscientemente con un sistema criminal; omisión del deber de socorro; delito de coacción y amenazas; y ejercicio de la violencia física, psicológica y verbal, además, por supuesto, de cometer todo un catálogo de agresiones sexuales y violaciones reiteradas. Un putero, además, siempre, comete un delito de tortura.

Bienvenida sea una legislación abolicionista que persiga la demanda de prostitución con multas que la disuadan.

Valerse de la necesidad de alguien para imponerle un contacto sexual que no desea lo es, más aún cuando ese contacto sexual implica intimidación y trato especialmente degradante en algunas ocasiones. Del mismo modo que escuece ver a las prostituidas como “las otras” por más que deseemos su bien; escuece que el 39% de compañeros de especie, esos con los que vivimos, trabajamos, estudiamos y establecemos vínculos afectivos son puteros, pues estos no son monstruos, ni locos, ni psicópatas, ni desgraciados. Son hombres normales y corrientes que violan pagando simplemente porque pueden y quieren y lo disfrutan y nadie lo impide. ¿Acaso no podríamos asumir que una legislación y una persecución seria de la demanda supondría que el 39% de la mitad masculina de la humanidad debería cumplir prisión? ¿Puede ser que prefiramos una discreta multa para no ver con semejante crudeza la pura realidad? Yo misma me acuso de ello.

Bienvenida sea una legislación abolicionista que persiga la demanda de prostitución con multas que la disuadan. Es un primer paso necesario y efectivo, el primero para comenzar a caminar a la erradicación de la prostitución, pero que nadie venga a vender como un triunfo arrollador el discurso antipunitivista o, siquiera, levemente punitivista envolviéndose en una bandera de humanidad, progreso y derechos humanos.  Los puteros ven en las mujeres prostituidas mera escoria subhumana a la que, conscientemente, violan en tanto observan como éticamente inapelable tal trato a quien es una inferior que les produce asco. Que las prostituidas no son escoria es tan cierto como que ellos encarnan dicho calificativo, lo que no obsta para evitar olvidar que, con todo, son humanos racionales perfectamente conscientes de sus actos y del daño que infligen a las prostituidas con ellas. Siendo así, multarlos en nombre de la humanidad y la reparación de las prostituidas es un mero acto de cinismo sólo aceptable si se toma como el primer paso en el camino: legíslese para anular la demanda de prostitución, y si para ello es buen comienzo las multas económicas, pónganse por cientos de miles. Pero si vendemos eso como triunfo, habremos perdido. Un putero es un violador decenas o centenas de veces reincidente, a sabiendas, porque quiere y porque nadie se lo impide. Que lo pague con multas y no con la pena máxima computable por los delitos anteriormente citados es la última y peor humillación a las prostituidas mismas. Y sí: sé que erradicar la prostitución exige mucho más que mero punitivismo contra los puteros; que la asistencia a las prostituidas debe tener una dimensión integral y reparadora y que la concienciación y la disuasión para evitar la comisión de este delito de demanda de prostitución es fundamental. También en ello vuelco mis humildísimos esfuerzos, pero viendo qué tipo de gobierno y qué tipo de instituciones (nunca antes tan degradadas) huyen del punitivismo, he encontrado acertado defenderlo pública y abiertamente. Toda la concienciación, toda la educación, todos los medios, todos los recursos para las prostituidas; pero también penas estrictas de cárcel para los puteros, multas severas y embargo de sus bienes, de todos y cada uno, al servicio de la reparación de sus víctimas.

- Publicidad -

Comentarios

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Síguenos en redes

Últimos artículos

Morir de éxito

La indefensión de las niñas

La mujer de mediana edad no vende

Verdades ocultas

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad