El cambio climático es una realidad cuyos efectos estamos padeciendo desde hace décadas, y está claro que la mayoría de ciudadanas (sobre todo las que nos hemos criado en los ochenta y los noventa, cuando el ecologismo empezaba a institucionalizarse y nos bombardeaban con campañas por la capa de ozono y hacíamos papel reciclado en los colegios) estamos preocupadas y nos sentimos moralmente obligadas a hacer lo que esté en nuestra mano para no contribuir a que este problema siga in crescendo.
Si a este condicionamiento, que viene de años atrás, le sumamos el sibilino y audaz sentimiento de culpa que se nos inculca a todas las mujeres a través de la socialización femenina (es decir, del género), tenemos a miles de mujeres empezando a plantearse lavar a mano, como hacían nuestras abuelas y madres, bragas, compresas de tela y pañales reutilizables para sus criaturas.
Al mismo tiempo, cientos de empresas promocionan sus copas, bragas menstruales, etc, ante lo cual muchas de nosotras nos sentimos apeladas y decidimos comprarlas para ser más sostenibles y sentimos de alguna forma que contribuimos. Y aquí es donde queremos poner el foco: el capitalismo se sigue nutriendo a costa de crear problemas en las mujeres de forma individualista.
En ningún caso ponemos en duda el desastre del cambio climático y la importancia de la sostenibilidad medioambiental. Las mujeres que compran estos artículos y se plantean hacer un uso más sostenible de los recursos lo hacen desde el más sincero compromiso con el medio ambiente. Lo que queremos analizar es la idea individualista del ecologismo cuando se señala, en este caso, a las mujeres, cuestionando lo que contaminan si usan según qué producto.
Según el Instituto de la Mujer, en su informe “Género y cambio climático: un diagnóstico de situación”, el 72% de la población considera importante la incidencia del consumo sobre el cambio climático, dentro del cual el 77% son mujeres, frente al 67% de hombres. Asimismo, el 86% de las mujeres considera totalmente o bastante importante la sostenibilidad de los productos de alimentación que compran, mientras que el porcentaje desciende un 17,1% en los hombres. Un 84,3% de ellas estarían dispuestas a pagar más por productos producidos de manera sostenible (4,1% más que los hombres). Y el 72% han disminuido el consumo de carne; en este caso, representan un 12% más que los hombres. Igualmente se manifiesta una mayor tendencia de las mujeres a separar residuos, a utilizar medios de transporte público o compartidos.
Sólo en estos datos encontramos la diferencia entre sexos, donde las mujeres, una vez más, estamos más involucradas en cuestiones éticas y que requieren una toma de conciencia.
En el caso concreto del uso de compresas y tampones, sabemos que (aunque hay alternativas de algodón) la mayoría están fabricados con alrededor del 90% de plástico en su composición, por lo que tardarán cientos de años en descomponerse y esto supone un impacto importante en la generación de residuos a nivel mundial.
Pero, ¿es la solución que las mujeres cambiemos nuestros hábitos -aunque los salarios no lo hagan- o que las empresas que fabrican productos menstruales lo hagan de manera sostenible? ¿Quiénes tienen en su poder cambiar o hacer cambiar la forma de producción? Mientras nosotras intentamos contribuir de manera individual, las grandes corporaciones siguen contaminando de forma global.
Décadas luchando por la reducción del IVA en productos como compresas y tampones, que para las mujeres son de primera necesidad, y una vez conseguido debemos dejar de utilizarlos porque “contaminamos demasiado”. La alternativa, por supuesto, no puede ser pagar precios abusivos por productos ecológicos.
Por otra parte, como mencionábamos, debemos señalar también la presión que el sistema patriarcal y capitalista ejerce sobre las mujeres que son madres: debemos trabajar fuera de casa para percibir un salario y además trabajar en casa sosteniendo la forma de vida que requiere la maquinaria global. A este hecho, debemos sumarle la falta de capacidad económica de la mayoría de mujeres, cuyas condiciones laborales y salarios suelen estar precarizados frente a los de los varones.
La carga mental que asumimos las mujeres (un 71% de nosotras frente al 12% en hombres) se ve agravada por el continuo cuestionamiento de las decisiones sobre nuestros hijos: alimentación natural, método “BLW”, uso de detergentes respetuosos a precios elevados, etc. Y, por supuesto, el uso de pañales de tela, los cuales requieren de otro esfuerzo extra (hay que lavarlos y desinfectarlos); tarea que sin duda, si no existe corresponsabilidad en el hogar (que tan sólo se da en un cuestionable 15% de los hogares españoles) recaerá sobre la madre.
Si ya gastamos más de lo que podemos asumir, comprando pañales de marcas más caras porque, según algunas fuentes, los materiales de la mayoría de pañales de un solo uso no son buenos para los bebés, muchas madres además optarán por hacer un esfuerzo extra y utilizar los de tela. Y rizando el rizo: si indagamos algo más por las redes sociales e internet, tampoco existe un acuerdo sobre si contaminan menos porque para producir los de tela, el uso del agua es mayor. Y si las telas no son cien por cien orgánicas, al lavarlas sueltan microfibras plásticas que también contaminan.
Y así hasta generarnos unas cuantas preocupaciones más acerca de los cuidados, por si no teníamos ya suficientes.
Porque, que no se nos olvide, todas estas campañas de concienciación van dirigidas a nosotras: no veremos un vídeo aconsejando pañales de tela a hombres. Ni los veremos a ellos preocupados por todas estas cuestiones. De hecho, la mayoría de los varones ni se habrá planteado nada de lo expuesto anteriormente.
Creemos que el cambio debe darse principalmente en las formas de producción y es necesario poner límites a las corporaciones que explotan los recursos y producen por encima de lo que el planeta puede sostener. El problema del cambio climático requiere de medidas contundentes contra todas aquellas empresas que no cumplan con los acuerdos sobre sostenibilidad, y señalar a las mujeres mientras esto ocurre es hipócrita, paternalista y ridículo.
REFERENCIAS:
El Instituto de la Mujer “Género y cambio climático: un diagnóstico de situación.”
https://www.inmujeres.gob.es/actualidad/noticias/2020/Junio/generoycambioclima.htm
¿Cuánto contaminan las compresas y tampones? https://www.infosalus.com/mujer/noticia-cuanto-contaminan-compresas-tampones-20191205112937.html
El impacto medioambiental de tampones y compresas desechables. https://vivirsinplastico.com/el-impacto-medioambiental-de-tu-menstruacion/
El impacto medioambiental de compresas y tampones. https://www.naturcup.com/blogs/noticias/el-impacto-medioambiental-de-compresas-y-tampones
¿Cuántos kilos de tampones y compresas usa una mujer al año?
https://www.muyinteresante.es/salud/28809.html
Toallitas femeninas y tampones: los enemigos del medio ambiente. https://www.elbroteurbano.com/toallitas-femeninas-y-tampones-los-enemigos-del-medio-ambiente/
¿Cuánto contaminan los pañales de tu bebé? https://www.esturirafi.com/2021/10/cuanto-contaminan-los-panales-de-tu-bebe.html#:~:text=Seg%C3%BAn%20un%20estudio%20de%20la,de%20di%C3%B3xido%20de%20carbono%20aproximadamente.
Pañales de un solo uso, desastre medioambiental https://www.ecologistasenaccion.org/30338/panales-de-un-solo-uso-desastre-medioambiental/
Elegir pañal: ¿desechable o de tela, ecológico?
https://www.natalben.com/elegir-panal-desechable-tela
Criar con menos residuos es posible
https://lamamavaca.com/es/blog/salimos-en-la-tele
Pañales de tela o desechables: ¿qué es mejor para mi bebé?
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Un estudio analiza el impacto de los gases de efecto invernadero emitidos por los hogares y las personas en función de su edad, sexo o estilo de vida.
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Colectivo RadFem Murcia