EL LENGUAJE TRANS-TORNADO

Amparo Mañes
Amparo Mañes
Psicóloga por la Universitat de València. Feminista. Agenda del Feminismo: Abolición del género
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Siguiendo a la RAE, podemos definir el lenguaje como la «facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos«. Por ello, cuando vemos o pensamos algo y queremos comunicarlo a otras personas, utilizamos el lenguaje, ya que es por medio de este que resulta posible la comunicación entre seres humanos. Comunicación que, para establecerse con las debidas garantías, tiene que conseguir la máxima adecuación entre el mensaje emitido y el recibido.

Pues bien, desde hace tiempo venimos asistiendo a ciertas modificaciones del lenguaje por parte del transactivismo que parecen destinados generar en lugar de exactitud y claridad, ambigüedad y confusión. Me explico.

¿Qué pasa cuando una persona trans realiza la siguiente afirmación: «Las mujeres trans son mujeres»? Lo que nos pretende dar a entender es que «mujer» designa por igual, dos realidades distintas: a las nacidas mujeres, y -sin distinción alguna- a aquellos nacidos hombres que se sienten mujeres. Restando, por cierto, identidad y exclusividad, a las primeras; ya que si ser «mujer» es igual que «sentirse mujer», y «sentirse mujer» es un concepto más amplio que el original, la mujer biológica pasa a ser un subgrupo del término «mujer». Además, esta reinterpretación de la palabra «mujer» pretende claramente borrar a las mujeres, al usurpar la palabra que antes designaba -esta vez sí que inequívocamente- a la hembra humana adulta.

venimos asistiendo a ciertas modificaciones del lenguaje por parte del transactivismo que parecen destinados generar en lugar de exactitud y claridad, ambigüedad y confusión.

Podríamos pensar que quizá las personas transgénero sostienen que «las mujeres trans son mujeres» porque piensan que los sentimientos o hacerse auténticas carnicerías quirúrgicas y farmacológicas, pueden modificar el sexo de las personas. Pero eso no es así, al menos en el estado actual de la ciencia. Aunque denles tiempo a los impulsores del transhumanismo, que ya están experimentando con la infancia y adolescencia «trans» cómo superar los límites del cuerpo. Pero, lo bien cierto es que, de momento, cambiar de sexo es imposible. Se podrá alterar el sistema hormonal (con consecuencias a medio y largo plazo aun no bien conocidas) o modificar algunos signos externos; pero el sexo seguirá estando marcado en cada una de nuestras células ¡Y es que hay que ver cómo se resiste el sexo a ser reducido a mero constructo social!

Decir, por otra parte, que «una mujer trans es una mujer», introduce una fuerte distorsión y confusión en el lenguaje al que han contribuido de manera entusiasta los medios de comunicación patriarcal-capitalistas (o sea, casi todos), ofreciendo -por ejemplo- noticias de delitos cometidos por personas transgénero como si se tratara de mujeres biológicas. O afirmando, en el caso del sexo contrario, que un hombre puede engendrar y parir… hasta que nos enteramos de que eso es posible solo porque se trata de una persona que está utilizando su funcionalidad de mujer biológica.

Los organismos públicos de muchos países no le han ido a la zaga en entusiasmo a los medios de comunicación y es fácil ver cómo en sus estadísticas, la violencia de las mujeres ha crecido desmesuradamente en los últimos años…hasta que se descubre que esos datos están adulterados al haber asumido acríticamente que «una mujer trans es una mujer» e incorporar -en consecuencia- los delitos de las personas que se sienten mujeres al apartado correspondiente a éstas. Circunstancia, por cierto, que poco a poco será imposible desentrañar si desaparece la variable sexo de cualquier documento y estadística oficial. Y es que, cuando por fin el Feminismo había conseguido estadísticas que -más allá de opiniones- demostraban, con datos y cifras, la opresión y discriminación que sufren las mujeres, se ha aprovechado la ocasión para volver a enmascararlas. Y se está haciendo con inusitada rapidez, sobre todo teniendo en cuenta la lentitud para ofrecer datos desagregados por sexo, como demuestra el hecho de que hay muchos ámbitos y actividades donde esas estadísticas aún no se ofrecen.

Por todo lo dicho, parece evidente que una sola palabra no puede representar dos realidades distintas y se hace preciso utilizar términos para diferenciar ambas: es decir uno para designar a quien nace mujer y otro para nombrar a quien, habiendo nacido hombre, «se siente» mujer. Dado que la palabra mujer está ya ocupada por la hembra humana adulta, para quienes se sientan mujeres, no siéndolo biológicamente, se deberá buscar otra palabra que les designe. Porque convendrán conmigo -especialmente las personas trans- en que sentirse una cosa no equivale a ser esa cosa.

parece evidente que una sola palabra no puede representar dos realidades distintas y se hace preciso utilizar términos para diferenciar ambas

Para ver si se podría ayudar a encontrar una palabra que designe a estas personas, conviene analizar también el término «trans». «Trans» (o su forma equivalente, «tras»), es un prefijo que significa «al otro lado de» o «a través de» ‘. Pero en el transactivismo, con este término paraguas, de nuevo se pretenden designar -de manera unívoca- realidades muy distintas: Transexuales, Travestis, Transgénero, a los que, además, se añade a personas no binarias… y otras realidades «genéricas».

Pero es que, no es lo mismo una persona transexual (que rechaza su sexo y tiene una disforia insuperable respecto de los signos externos del mismo), que una persona travesti (quien se viste y se caracteriza como alguien del sexo contrario), que una persona transgénero (que se identifica con «algunos» de los estereotipos asignados al sexo contrario al de su nacimiento, adoptando estos sin que necesariamente se presente una disforia insuperable en relación con su cuerpo, por lo que puede modificarlo ligeramente o -sencillamente- no modificarlo en absoluto) o, finalmente, tampoco es lo mismo que las personas binarias (aquellas que no quieren ser clasificadas en ninguno de los géneros socialmente establecidos).

Así pues, resulta evidente que debe rechazarse el término «trans», porque, como ocurría con la palabra «mujer», de nuevo se presta a confusión, integrando en un único término realidades muy distintas. Y porque digo yo que las personas diversas reclamarán su derecho a que sea nombrada su especifica diversidad sin que esta sea confundida o asimilada con ninguna otra, ya que, como sabemos «lo que no se nombra, no existe».

En realidad, no es tanto trabajo. Eso es lo que se hizo en su momento con los términos transexual y travesti. Faltaría designar a las personas disconformes con el género que se les asignó a partir de su nacimiento. Pues bien, y dado que su principal característica es desear cambiar su género (que no su sexo, ya que estas personas consideran que o es irrelevante, o en realidad no existe), la palabra «transgénero» está muy bien. Y no procede usar la contracción antes aludida «trans» porque -como ha quedado dicho- con ello borran injustamente otras diversidades. Y si lo que deseamos aludir es al género adoptado, no hay problema. Hablaremos de personas transfemeninas (hombres biológicos que adoptan estereotipos femeninos, principalmente los sexistas) o transmasculinas (mujeres biológicas que, hartas de las imposiciones de un género que las subordina, optan por adoptar el género dominante). Yo creo que con eso se elimina cualquier posible confusión en el uso del lenguaje.

Otro día, si hay papel, tiempo e infinita paciencia, podemos hablar de la proliferación imparable de géneros. Aunque creo que lo más prudente será esperar a que cada persona haya definido el específicamente suyo.

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